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¡Qué sentimiento! (Parte II)

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La escenografía para el último acto de la obra ya estaba preparada

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La escenografía para el último acto de la obra ya estaba preparada. Los cinco actores que representaban al jurado de la audición de Alex Owens se habían colocado en sus respectivos asientos. Con un gesto de impaciencia y hastío, tres hombres y dos mujeres aguardaban por el momento en que la siguiente chica ingresara al salón para la prueba de admisión. Mientras algunos de ellos miraban sus relojes de pulsera y los otros fumaban un cigarrillo, Fiorella ingresó al escenario a paso lento, con una mochila colgando de su hombro derecho.

Tal como en los días de las pruebas para obtener aquel papel, la joven Portela llevaba puesto un maillot en color negro. Calzaba un par de zapatillas de ballet y unos calentadores de piernas que llegaban un poco más arriba de sus tobillos. Ambos accesorios eran del mismo tono de la prenda superior. Su melena rizada enmarcaba un semblante cargado de nerviosismo, como si en verdad fuese a ser evaluada por un comité de expertos en la danza.

Con sumo cuidado, la chica se acercó a una mesita en la que había un tocadiscos. De su pequeña mochila sacó un disco de acetato para luego ponerlo sobre el plato. Acto seguido, extendió el brazo del aparato y colocó la púa en el lugar correspondiente para que se reprodujese la grabación. Luego de ello, la muchacha respiró hondo y se dirigió hacia el centro de la pista. Justo en ese momento, los acordes de What a Feeling, la famosa e inspiradora canción de Irene Cara, comenzaron a resonar por todo el teatro.

En cuanto la bailarina principal dio inicio a la compleja coreografía, un rumor de emoción se extendió entre todos los asistentes. Las altas expectativas que muchos de ellos tenían con respecto al desarrollo de esa escena no quedaron defraudadas. Desde los primeros movimientos ejecutados, las sonrisas y las muecas de admiración comenzaron a hacerse visibles. El parecido entre Fiorella y la protagonista de Flashdance no era solo físico. Tanto la destreza como la pasión al ejecutar los pasos quedaban manifiestas segundo a segundo.

Mauricio no cabía en sí de la alegría al darse cuenta de que uno de sus deseos estaba convirtiéndose en realidad. Aún recordaba el gesto de estupefacción reflejado en su rostro cuando miró el vídeo de aquella coreografía por primera vez. La letra de la canción estaba grabada a fuego en su memoria, pues la había escuchado una infinidad de veces mientras contemplaba a la mujer que poco a poco le estaba robando el corazón. La oportunidad de presenciar aquella danza en vivo significaba mucho para él. No le cabía duda de que su vecina podría convencer a cualquiera de que el baile era la más sublime de las artes.

Justo después de que la chica realizara una asombrosa secuencia de giros sobre la punta del pie derecho, comenzó a alejarse del jurado entre diversas piruetas. Luego, se agachó para dar volteretas con las cuatro extremidades apoyadas sobre el suelo. Tras la veloz rotación de su cuerpo, la muchacha se puso de pie y se echó a correr para tomar impulso. Con impresionante agilidad, saltó hacia delante y apoyó todo su peso sobre las dos manos para dar un giro rápido que la llevó a quedar de pie una vez más.

Con un nuevo salto en el que sus piernas dieron otra voltereta de ciento ochenta grados, la jovencita quedó apoyada en el piso. Fue entonces cuando ejecutó una serie de llamativos movimientos propios del breakdance. En ese instante, varios hombres y mujeres jóvenes ingresaron al escenario para acompañar a Fiorella durante el resto de la coreografía. Las estrofas finales de la composición ochentera cobraron mayor fuerza gracias al desbordante optimismo en los rostros sonrientes de los numerosos bailarines.

Fiorella a cappella [De claroscuros y polifonías #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora