Aunque solo permanecieron durante un par de horas en la fiesta universitaria, Fiorella se la pasó de maravilla. Si bien la presentación había consumido una buena parte de sus fuerzas, aprovechó el resto de sus energías para bailar con Mauricio. Sin importar cuál fuera el género, el ritmo o la letra de las canciones que el disc jockey eligiera, ella disfrutaba de todas como si fuesen sus preferidas. Solo hacía pausas breves para hidratarse, pues no quería alejarse del chico.
Cada segundo compartido con el joven Escalante era un valioso tesoro. Los cinco sentidos de la muchacha estaban concentrados en su compañero de danza, quien correspondía todas sus atenciones de manera explícita. Si sus curiosos compañeros querían saber qué pasaba entre ella y aquel elegante hombre, muy pronto se enteraron. Las intensas miradas, las recurrentes sonrisas y los tiernos besos que ambos se prodigaban eran bastante elocuentes.
En cuanto los párpados de la jovencita comenzaron a hacerse pesados, le pidió a Mauricio que por favor la llevara de vuelta a casa. Debía levantarse temprano al día siguiente y no le convenía para nada trasnochar. Por mucho que la idea de quedarse más tiempo en la fiesta la entusiasmara, prefería retirarse antes para dormir bien. Mantenerse saludable era primordial para ella, pues eso le permitía sacar el máximo provecho de sus habilidades físicas y mentales.
En cuanto llegaron al edificio, Fiorella se quedó con el muchacho por primera vez mientras este aparcaba en el estacionamiento bajo techo. Al bajar los dos del vehículo, el corazón de la chica dio un vuelco. Algo tan sencillo como ingresar al complejo residencial junto a él le parecía hermoso. Se permitió fantasear, durante apenas unos segundos, con que era la señora Escalante. Sin que pudiera evitarlo, su rostro se tiñó de carmesí en un instante. Aquel furioso sonrojo no le pasó desapercibido a Mauricio. Sonrió con dulzura al imaginar la reacción de ella ante lo que tenía pensado decirle en breve.
En cuanto las puertas del elevador se cerraron tras ellos, el varón se encargó de elegir el piso diez como destino. Después de colocar el cuadro enmarcado junto a una de las paredes, sus ojos de inmediato fueron al encuentro de los de la joven Portela. El mensaje que manaba de las pupilas masculinas era muy claro. La mezcla entre deseo, alegría y admiración contenida en aquella penetrante mirada desató un fuerte huracán de adrenalina que aceleró el pulso de la chica. Sin apartar la vista ni un segundo, el varón empezó a acercársele. El calor corporal y el agradable aroma que desprendían las prendas masculinas pronto la embriagaron.
—Muchas gracias por esta noche tan perfecta. —Los dedos de él sostenían los de ella con delicadeza—. Me alegra que me invitaras.
—¿Cómo no iba a hacerlo, eh? —Guio las manos de él hacia su boca y las besó varias veces—. Sos muy importante para mí.
En ese momento, el discreto pitido del ascensor anunció el final del breve trayecto. Sin soltar la mano derecha de Fiorella, Mauricio recogió otra vez el cuadro usando el brazo izquierdo. Juntos se encaminaron hacia la puerta del apartamento de ella. Mientras la chica rebuscaba las llaves en el pequeño caos de su bolso, él se dedicó a apaciguar la creciente sensación de ansiedad en la boca del estómago. Quienes lo conocían más de cerca pensaban que él era inmune a los nervios, pero se equivocaban.
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Fiorella a cappella [De claroscuros y polifonías #2]
Ficción GeneralFiorella canta a cappella cada mañana. Mauricio, su vecino, la escucha embelesado. El azar los une, los secretos podrían alejarlos. ¿Se atreverán a conocer la verdad? ...
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