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Pasión en las venas

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Fiorella fue una de las primeras estudiantes que llegaron al Theatre 104 durante la tarde en que se aplicaría una importante evaluación de coreografía individual

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Fiorella fue una de las primeras estudiantes que llegaron al Theatre 104 durante la tarde en que se aplicaría una importante evaluación de coreografía individual. La chica se había esforzado al máximo durante las rigurosas sesiones de ensayo en el estudio de danza desde hacía varias semanas. Tanto ella como las demás chicas habían estado preparándose para ese día. Se trataba de una fecha muy significativa para todas las jóvenes que estaban allí presentes. Si bien todas tendrían participación en la obra musical venidera, solo una obtendría el papel central. Del desempeño durante esa sesión en particular dependería el rol que cada una obtuviese en la presentación abierta para el público.

La joven Portela se dirigió hacia la zona de los camerinos para cambiarse de ropa y luego comenzar a calentar. Una vez dentro, se colocó unas zapatillas de ballet de color negro. Luego de ello, cubrió sus pantorrillas con unos calentadores de piernas del mismo tono. Su figura iba entallada por un maillot sin mangas, el cual iba a juego con las otras prendas. Aquel cómodo atuendo resaltaba la delgada figura femenina y lo atlético de sus piernas y brazos. El abundante cabello suelto de la morena lucía espléndidamente salvaje, tal como lo eran los raudos latidos de su apasionado corazón de artista.

Ella sabía muy bien que no sería la única muchacha con talento en la sala, pero no por eso desconfiaba de sus capacidades. Si bien reconocía y admiraba las habilidades de sus compañeras, también tenía en alta estima las propias. Le había puesto genuino esmero a todas las prácticas, tomaba con total seriedad las correcciones de sus profesores y se esforzaba por mejorar cada día. Por nada del mundo pensaba desperdiciar la oportunidad que la vida y el señor Escalante le habían concedido. Cada vez se encontraba más cerca de alcanzar su mayor sueño.

Aunado a la confianza que tenía, el mar de sentimientos luminosos que emanaba de su esencia le confería un halo de alegría a cada movimiento suyo. Los acontecimientos de los últimos días le habían dado aún más motivos para sonreír. Podría equivocarse en los pasos, podría no ser elegida para el papel principal, pero ninguna de esas posibilidades la amedrentaba. Daría todo de sí misma al ejecutar la coreografía, cada partícula de su cuerpo se movería al son de la firme determinación en su interior.

Tras realizar el debido estiramiento y la preparación de sus músculos, Fiorella continuó realizando rutinas básicas de ejercicios, sin hacer pausa alguna. No quería perder el calor mientras esperaba por su turno para llevar a cabo la danza asignada. A pesar de la fuerte sensación de aleteo en su estómago, el ritmo de su respiración era pausado. Se había propuesto transformar el inevitable nerviosismo en impetuosas olas de inspiración. Aquella emoción que podía llegar a ser su peor enemiga sobre el escenario se convertiría más bien en su mejor aliada para avanzar.

La muchacha ni siquiera estaba prestando atención mientras sus compañeras hacían sus respectivas presentaciones. No pretendía mostrarse arrogante al ignorarlas, sino que necesitaba enfocar toda la atención en sus imágenes mentales de los ensayos. Había practicado aquella rutina tantas veces que las posibilidades de olvidarla eran casi inexistentes. Sin embargo, ella deseaba repasar, por enésima vez, la secuencia de pasos que había planeado ejecutar.

Fiorella a cappella [De claroscuros y polifonías #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora