Después del último ensayo previo a la presentación de la función de Flashdance, Fiorella rebosaba de felicidad. Los pasos de la coreografía que se le dificultaban al principio poco a poco se habían convertido en movimientos fluidos y naturales. La muchacha estaba cada vez más convencida de que su alma había sido diseñada para obsequiar alegría desde un escenario a través de las artes. Aunque sabía que pronto se enfrentaría a críticas ácidas sobre su desempeño vocal, dancístico y actoral, ya no permitiría que eso la atemorizara ni le robara los deseos de seguir adelante con su carrera.
Ella comprendía que era imposible complacer a todas las personas, sin importar cuánto esfuerzo y dedicación hubiese de por medio. No obstante, esa certeza no le daba licencia para convertirse en una persona conformista. Aquello era más bien un recordatorio de que no era sano tomarse todas las críticas muy a pecho. Concentrarse demasiado en sus puntos débiles podía hacer que su ánimo decayera hasta el grado de hacerla pensar en renunciar.
Mientras estaba recostada sobre la cama, la mente de la chica viajó hacia el pasado. Varios años atrás, una jueza de un concurso local de danza pronunció unas palabras que la habían hecho perder la confianza en sí misma. "Como bailarina, dejas mucho que desear. Deberías dedicarte a otra cosa, en lugar de perder el tiempo en algo para lo que claramente no tienes ningún talento". A sus catorce años, escuchar un veredicto así de crudo por parte de una experta en la disciplina había sido devastador para la joven Portela. Con la cabeza gacha, abandonó la sede de la competición sin mirar atrás.
En cuanto la muchachita llegó a casa, caminó directamente hacia su habitación. Ni siquiera se detuvo para saludar a su familia. Le colocó el seguro a la puerta para luego refugiarse entre las sábanas de su cama. Allí liberó el amargo llanto que había estado oprimiéndole las entrañas durante largos minutos. Si bien entendía que la rutina de baile presentada no era para nada perfecta, jamás creyó que recibiría un comentario tan negativo al respecto. La danza era la habilidad que más le había costado desarrollar. Por lo tanto, la desilusionaba sobremanera que sus esfuerzos hubieran sido en vano.
No pasó mucho tiempo para que Lucas viniera a buscarla. El chico primero dio un par de toques suaves sobre la plancha de madera. Después la llamó por nombre y le preguntó si lo dejaría pasar adelante. El tono amable de la voz masculina dejaba claro que no pretendía molestarla ni entrometerse en sus asuntos. Solo le estaba pidiendo permiso para hacerle compañía mientras ella se animaba a contarle lo sucedido. No la obligaría a hablar, sino que esperaría con paciencia para conocer lo que inquietaba a su mejor amiga.
El varón conocía muy bien a su hermana menor. Los silencios y la reclusión no eran parte de la forma natural de ser de la muchacha. Siempre corría en busca de él para narrarle hasta el más ínfimo detalle de lo que había hecho durante el día. Si el concurso hubiese resultado bien para ella, sin duda alguna estaría gritándolo a los cuatro vientos. Probablemente habría reunido a toda la familia en la sala para ponerlos al tanto de las buenas nuevas. La chica solo se aislaba cuando la tristeza lograba derrotar a su desbordante optimismo.
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Fiorella a cappella [De claroscuros y polifonías #2]
Fiction généraleFiorella canta a cappella cada mañana. Mauricio, su vecino, la escucha embelesado. El azar los une, los secretos podrían alejarlos. ¿Se atreverán a conocer la verdad? ...
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