Capítulo 15

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Amaia

Calor.

Besos.

Roces.

Desnudos.

Lenguas.

Caricias.

Embestidas.

Lentas.

Rápidas.

Erráticas.

Orgasmos.

Sesión de sexo finalizada.

Intento llenarme la cabeza de buenos recuerdos mientras observo a Valfred. Sí, la víbora se había montado un shippeo con mi chico. Qué asco te tengo. Es que el nombre es horrible, parece una enfermedad. Como ahora no son conocidos pero tampoco amigos del alma, o no son lo que a ella le gustaría, para joderme, le llama así.

Llevo un rato limpiando una mesa ensimismada en mis pensamientos que no me doy cuenta de que la voz irritante se ha marchado y Alfred se acerca a mí con una sonrisa embobada, la cual me contagia.

¿Cuánto poder tiene sobre mí?

-Cosa- dice acariciándome la mejilla, lo miró. Sus ojos brillan y me encanta que sea por mí pero a la vez me duele separarme de él por culpa de la mononeuronal. Nota mi malestar, se agacha para quedar cara a cara y me da un toquecito en la nariz con intención de contarle los líos de mi cabeza.

-Sabes perfectamente que ocurre, Alfred- ha sonado más borde y duro de lo que pretendía. Frunce ligeramente el ceño y cuando pienso en una forma para defenderme de su contraataque, me abraza.

-Tranquila, esta mañana he ido a hablar con mi tío. Se ha acabado- me separo con un gesto de incredulidad- El período de prácticas, ha terminado. A partir de esta noche será una camarera más y no la tendré pegada como una lapa. Tú y yo nos podremos escabullir al baño a divertirnos un poco- añadió con una mirada pícara que hizo que me ruborizara. ¿A quién quería engañar?

-¿Eso significa qué no la tendré que soportar?- ¿Habían acabado las noches de coqueteos humillantes?

-Bueno, en realidad, va a seguir trabajando con el mismo horario que el mío- confiesa con la cabeza gacha

-¿Y eso qué cambia? ¡Va a seguir atada a ti!- Sabía que no me tenía que enfadar con él porque no tenía la culpa, eran mis deseos de callar a la víbora los que hacían que me comportara así.

-Ya lo sé y, lo siento. Sabes que tengo ojos solo para ti- gracias a su mirada derrotada entro en razón, he sido injusta y el solo intentaba alegrarme. Aunque no lo hubiera conseguido.

-La que lo lamenta soy yo, me he comportado como una inmadura. ¿Me perdonas?- levanto su barbilla y le hago una mueca, me responde con otra. Es que es más mono. Mira mis labios y yo los suyos, se acerca rápidamente pero antes de impactar contra ellos giro la cara al encontrarme a Verónica saliendo del baño con aún más escote. ¿Le crecerían las tetas mientras dormía?

-Valfie, no llego a las cajas de ron. ¿Podrías cogerlas tú?- pone un puchero queriendo ser adorable. Me dan arcadas, ¿le importará si se mancha de vómito?

-Enseguida voy Verónica, ve mientras para allá.

-Vale Valfie, aunque no tardes que enseguida abrimos- y se marcha contoneando sus caderas.

Suelto un bufido y Alfred se ríe.

-¿De qué te ríes?- replicó molesta. Sin embargo, veo diversión en sus ojos y termina estampándome un dulce beso.

-Será mejor que la ayudes, vaya que se rompa una uña del esfuerzo.

Se va y repaso con la mirada su cuerpo.

Ojalá estar en ese almacén.

Hasta que escucho como la puerta se cierra.

Y siento miedo.

Tú no Alfred, por favor. Tú no.

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