Capítulo 9

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Isabella

Justamente hoy viernes, me tenía que pasar esto a mí.

No estaba de humor, estaba triste para estar en el instituto, no quería saber nada de nadie, sólo quería encontrar un lugar para pensar mejor las cosas.

Me había despedido de mis padres estaba mañana, quienes ni se habían preocupado por mí ni en un segundo, ni adiós me dijeron. Casi siempre peleaban, pero esta vez era diferente, sus gritos, sus discusiones eran más fuerte cada día, no soportaba estar más en mi casa, quería desaparecer para sentir su preocupación, y que por una vez dejaran las peleas.

Por eso no invitaba a mis amigas a dormir, mis padres me daban tanta pena, y a la vez tristeza con algo de molestia. No está bien que peleen, es decir, pueden discutir, pero llegan a un punto que se desquitan conmigo, y se amenazan.

Anoche papá llegó tarde, mamá estaba molesta por eso. Ella supuso que él se acostaba con más mujeres, lo cual creo a mi papá imposible de hacer.

Se veía claramente por la ventana que llovería, y para colmo no había traído paraguas, sólo mi suéter, que con la capucha cubriría mi cabeza...

Vinieron muy pocos, y ya que hoy no tendríamos evaluaciones se les antojo por no venir, o por lo menos la mayoría. Nathaniel, Helena, Shaw, Sam, y otros compañeros habían venido, pero los de mi grupo sólo eramos nosotros. Un momento en el receso pude ver como Nat y Shaw conversaban divertidamente, al parecer ayer habían discutido, pero se perdonaron al tiempo de verse las caras, y mi cara confusa no la había quitado desde que ellos se abrazaron.

Me senté sola, viendo después como Helena se iba con mi amigo Nat no sé a donde. Y bueno, otra razón para no quitar mi cara de confusión, es decir, se fueron casi que tomados de la mano. Shaw al rato se fue hablar con la prima de Carlos; estar sola no me molestaba, y sentía que por primera vez quería estarlo.

—Te vez algo tensa.

Volteé a a ver en la dirección de aquella voz gruesa y agradable, era Sam. Creí que me habían dejado sola, pero ya veo que no había sido así.

—No es nada.

Negué nada convencida de mis palabras, obviamente no me había creído. Y yo siendo otra tampoco lo hubiera creído.

—¿Nada? —rió —. Te ves más callada, algo que no es nada normal en ti. ¿Estás bien?

—¿Para qué mentir?, obviamente estoy triste, y molesta.

—Sé que no es de mi incumbencia, pero ¿por qué?

Lo miré nada convencida. Él era nuevo, y ni siquiera nos conocíamos bien, apenas estábamos terminando la segunda semana desde que llegamos a clases.

¿Le diría o no?

A la única que le decía todo era a Sara, era mi mejor amiga, y contarle a ella no me daba nada de pena, es decir, obvio, somos muy unidas y la confianza es lo primordial que debemos de tener entre nosotras.

Pero ella no estaba en este momento para ayudarme. Mi confusión era tan grande, y no sabría que pasaría después.

—Entiendo, la confianza entre nosotros no es suficiente. Me puedes decir cuando gustes —se levantó de la banca. Quería escucharla, pero para eso se necesitaría algo de tiempo. Su madre era psicóloga, era de esperarse de alguien tan reflexivo como él.

—Mis papás pelean demasiado, ya no los soporto.

Confesé.

Ya no importaba nada en ese momento. Quería desahogarme con alguien, y no le veía lo malo, parecía ser alguien atento.

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