Capítulo 11

10 1 0
                                    

Sam

Había decidido ir a ver a Isa, creo que le gustaría compañía en este momento ahora que su hermano está enfermo, y es más, yo sé que podía animarlo a ambos ahora que se encontraban solos. Llevaba en mi bolso galletas que mi madre había hecho, era la mejor haciendo galletas.

Los padres padres de Isabella se habían ido a trabajar, y según mi amiga no regresarían hasta en la noche. Mientras yo me quedaba en su casa un par de horas, Isa y yo habíamos decidido hacer el trabajo de Literatura juntos. Me iba mejor en literatura que en las demás materias, y era mi mejor vocación.

Nos faltaba poco para terminar el trabajo, eso a mí hasta me sorprendió, dos horas en realizar lo. 

Al mirar a Isa me pregunté porque estaba demasiado seria, ella siempre cargaba una sonrisa, me imaginaba la razón de porque se seguía preocupando. Pero era mejor comentar ese tema en otro momento.

—¿Isaac tiene fiebre desde la noche?

Pregunté.

—No lo sé, mamá y papá se habían ido a trabajar cuando él me despertó. Dijo que se sentía muy mal —habló con intranquilidad, ya que estaba demasiado preocupada, su hermano estaba en una habitación ardiendo en fiebre, y apunto de terminar una tarea, lo cual quería hacer pronto —. Cuando toqué su cuello estaba demasiado caliente. Lo mínimo que pude hacer, fue mandarlo a costar, lo desarropé y le puse un paño húmedo en la cabeza. Ni siquiera tiene ganas de comer. Tuve que darle cereal para desayunar, y en el almuerzo le di lo mismo, hasta le llevo un vaso de agua cada hora, así como también lavo la toalla con agua y la vuelvo a dejar en su frente.

—¿Y si mejor le preparas un té?

—No le gustan —negó arreglando unas hojas en la mesa —. A menos de que sea de limón. Pero cuando se siente mal no le apetece. Y si se lo doy ajuro, vomitará. Lo hizo la última vez que se enfermó.

Estaba sorprendido, ella con sólo 16 años era demasiado atenta, ya me imagino que sería una gran madre. Eso es lo que se necesita para ser padres, ser atento, preocuparse por el bienestar de sus hijos, aconsejarlos y ayudarlos en lo que sea.

Isabella es una chica muy linda de corazón, se le nota a simple vista que primero y ante todo está su hermano menor. Me gustaría que mis hermanos fueran así conmigo, pero por la suerte tienden a ser indiferentes conmigo, tal vez al ser hermano por parte de mamá nunca me han considerado parte de su núcleo familiar, yo creo que ese disgusto que sienten hacia mí, sólo es porque mamá decidió casarse con mi padre, quien murió cuando yo tenía diez años.

Fue demasiado doloroso para mí, mis hermanos solían ser más crueles pero yo desde temprana edad no le daba importancia, es decir, comencé a darme cuenta de que era normal que mi hermana y hermano me excluyeran de su vida. Mi hermano mayor ya está casado, tiene incluso un hijo, y mi hermana mayor ya vive sola, siempre le ha gustado la privacidad. Mamá y yo ahora estamos solos en casa, y tenemos una gran conexión de madre e hijo, la quiero como a nada en el mundo; Isabella es como ella.

Terminamos el trabajo, y mientras lo guardaba sentí como ella se aproximaba a mí, eso fue después de que ella revisara a su hermano.

—¿Será que lo meto en la ducha? —dudó

Me paré para ayudarle, se le veía que estaba angustiada. Me preguntaba si sus padres revisaban a sus hijos en sus habitaciones a la hora de irse a trabajar, se supone que al menos deben confirmar que sus hijos están bien.

—Espera, no lo metas simplemente a la ducha, agarra una ponchera y mételo ahí, seguro por la fiebre no se podrá levantar.

Ella puso a llenar una ponchera en el baño, y entre los dos llevamos a Isaac al baño para que así se metiera en la ponchera. Al principio se negó, pero por favor, se sentía mal, estaba hirviendo demasiado. Sus mejillas habían tomado un color rojo y no podía hablar del dolor que sentía en su cuerpo. Desnudo y ya en la ponchera empezó a quejarse de lo frío que estaba el agua.

Lo TrivialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora