Capítulo Dieciocho. Rosas Rojas

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-Sí, Helen. ¿Sabes?. Me sienta bien que estés aquí en casa. Llevo tantos años sólo que tu mera presencia me llena de alegría.

Se acercó a mí y me tomó de los hombros para mirarme a los ojos. ¿Iba a besarme?.

No, David. Tú no puedes ser como el resto. Tú no.

-¿Qué es lo qué estás haciendo, David?.

Acercó sus labios a mi frente y me dió un beso tierno, casi fraternal que me desubicó por completo. El incidente con Justin parecía haberme dejado algunas secuelas psicológicas. Tanto así como para confundir los sentimientos de David hacía a mí.

-Estoy feliz de tenerte conmigo y me gustaría que vivieses aquí durante el tiempo que necesites pero no tengo previsto seducirte, Helen. No porque no seas una mujer preciosa sino porque soy gay aunque mis brazos llenos de tatuajes me den un aspecto rudo.

-¿En serio?.

Empecé a reírme de pura vergüenza mientras él calculaba qué estaba pasando por mi mente.

-¿Cuál es la parte graciosa?. ¿Los tatuajes o el ser gay?.

-Ninguna de las dos,David. Por un momento estuve tan segura de que me ibas a besar....es tan embarazoso que no puedo dejar de reírme.

-Extraña Helen-me revolvió el pelo para después darme las buenas noches-. Una cosa más. Tengo buena memoria, recuérdame que no te vuelva a dar besos antes de irme a la cama.

-Buenas noches a tí también, jefe.

Miré el reloj de mi mesita de noche antes de quedarme dormida. Eran las dos y media de la mañana, una hora más en Marruecos. Me imaginé los brazos de Abdel a mi alrededor,como muchas veces me abrazaba en las noches y sentí una punzaba de dolor pues sabía qué quería pero no lo tenía.

-Buenos días, pequeña triunfadora.

-David, he dormido cinco horas, estoy emocionalmente hecha polvo y trabajo y vivo contigo por tu bondad fruto de aún no se qué extrañas circunstancias. ¿Puedo preguntar por qué me consideras una triunfadora?.

Señaló un ramo de rosas rojas que descansaba sobre la mesa de la cocina. Me tensé de inmediato. Nadie sabía donde vivía y me aterrorizaba que Abdel me hubiese encontrado. Aunque lo deseaba, no era lo adecuado.

Leí la nota que iba acompañada del ramo sorprendida.

"Confieso que hacía tiempo que no disfrutaba de una conversación tan entretenida. Espero que estas rosas sirvan para darte las gracias.

Atentamente,

Edward Redgrave.

P.D. No eres la única cansada de Chris. Ya tienes tu propio club de fans por haberle hecho frente."

-¿Puedes explicarme una cosa, David?.

-No creo que yo pueda decirte de donde vienen esas flores.

-Evidentemente pero es otra cosa la que quiero saber. ¿No decias qué todos tus amigos estaban casados o eran gays?.

-Así es.

-¿Y es Edward Redgrave uno de los que no están casados?.

-Sí.

Suspiré aliviada pues ya no sabía diferenciar entre una inclinación amorosa y una amistosa y realmente, no me apetecía romperle el corazón a nadie diciéndole que no me interesaba salir con él.

-Quizás haya una especie de letra pequeña entre mis palabras.

-¿Què letra pequeña?.

-Edward estaba casado.

-¿Estaba?.

-Ayer me enteré de que se divorció hace un año. Te prometo que no lo sabía. Llevaba años sin verlo.

-Eres un mal jefe que lo sepas.

Bajé de mala leche hasta el bar donde empecé a hacer los preparativos matinales previos a la apertura.

-Helen, no quería ofenderte.

-¿Sabes qué si hicieses tú los pasteles en vez de comprarlos ganarías más?.

-¿Cómo?.

-Si sirvieses con el café una repostería con tu sello propio que destacase sobre todas las demás, pronto tendrías a la gente de Londres haciendo cola para probarlos.

-¿Y qué sugieres qué debo servir?.

-No lo sé. No soy repostera pero me gusta la canela. Piénsatelo.

Nuestro día a día olía a café y galletas que perfumaban constantemente nuestro trabajo. Siempre de un lado a otro y sin apenas tiempo para descansar pero las conversaciones acompañadas de una copa de buen vino mientras cenaba con David eran más que un merecido premio. Pronto comenzamos a establecer una relación muy afectiva, como de hermanos a pesar de la corta vida de nuestra amistad.

-Dime, Helen. ¿Quién es él?.

-¿Él?.

-El hombre que te hace suspirar cada día cuando crees que nadie te ve. No me digas qué es Edward.

-¿Edward?. ¿Estás loco?. Va mucho más allá de un ramo de rosas y dos copas de Baileys.

-¿Entonces?.

-¿Todos los gays sois tan chismosos?.

-No todos pero yo cumplo con los estereotipos.

-Ya veo. Él era una persona hermética que llegó a mi vida sin preveerlo para enamorarme y demostrarme qué es el amor verdadero, ese amor por el que eres capaz de tirar por tierra tu propia felicidad para dársela a la persona que amas.

-¿Es recíproco ese amor?.

-Por como me mira y me trata, sí pero por otro lado, siempre está hablando de que no hay futuro para nosotros como si escondiese algo que no es capaz de contarme.

-¿Y ha sido ese algo el que os ha separado?.

-No aunque si te soy sincera, siempre pensè que acabaría haciéndolo. Son otros fantasmas de mi pasado los que me han alejado de él.

-Que no vas a contarme,¿verdad?.

-Bueno jugaré en tu contra tus propias cartas. Si quieres saberlo, tendrás que contarme porque me acogiste en tu casa sin apenas conocerme.

-Tú también sabes jugar sucio, Helen.

-Sólo cuando me interesa.

-¿Preparada para escuchar la más terrorífica de las historias?.

-¿Dejaste morir una planta por dejar de regarla?.

-Qué cosas estúpidas dices, Helen-rió-. Al igual que tú, yo también encontré el amor verdadero y lo dejé escapar. Era joven, idiota y promiscuo. Jamás me perdonó mi infidelidad. Desde entonces, llevo solo. Cuando te ví tan abatida, sentada en la terraza y luchando por guardar las pocas lágrimas que te quedaban dentro, supe que sufrías por lo mismo que yo llevo sufriendo desde hace ya cinco años.

-¿Terapia de grupo?.

-Más o menos. No hay que negar que nuestra mutua compañía nos sienta bien. Yo necesitaba compañera de piso y tú alguien con quien hablar.

-No lo niego....

-Aunque prefiriríamos estar junto a nuestros amados, ¿no?.

-Exactamente así. ¿Cómo podremos salir adelante?.

-Yo hace mucho que perdi mi oportunidad, Helen pero tú aún estás a tiempo de recuperar tu vida.

¿Recuperar mi vida?. Mi vida sólo tenía un nombre y era Abdel Alfasi y me asustaba el hecho de que al volver a verle, no me perdonase mi huída.

¡Bravo, Helen!. ¿Por qué no te piensas las cosas antes de hacerlas?.

Atrapada((COMPLETA)) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora