20 de noviembre del 2013.
«Me veo horrible. Me veo horrible. Me veo horrible. Me veo horrible. Me veo horrible. Me veo horrible. Me veo horrible. »Tengo ese pensamiento desde la mañana y ahora estoy aquí, frente al espejo, con pantalón azul, botas cafés de invierno y una camisa cremita de cuadros. No es mi blusa favorita, pero me gustó el conjunto. Aún así mi cara es lo que me hace pensar «Me veo horrible».
—Emy, Trevor pasará por ti vale. —Dice mamá entrando a mi habitación y después de verme de arriba abajo me chifla como los hombres lo hacen cada que voy al mercado. Cuando esos idiotas me chiflan solo no les tomo importancia, pero cuando lo hace mi madre, me da risa.
—Mamá, el chofer de Kenia va a pasar por nosotras, llegaré aquí a las doce vale. — Mamá solo asiente.
—Ya tienes que irte hija, tal vez tengas suerte de que John quiera bailar contigo. — Sólo volteó a verla con ojos de resignación. Mientras mi subconsciente añade. «No puedo creer que mi madre se esté burlando de mi». Llega el chofer de Kenia en frente de mi casa y subo, anhelando que la noche de hoy se pase como agua.
Llego al dichoso salón llamado “El diamante” y para mí gusto, está precioso. Muchos vidrios que se alcanza a ver todos los rosales del jardín, y veo a todas las chicas con vestidos preciosos de gala, peinados como para tus xv años, zapatillas de boda y maquillaje de una adulta joven. Los chicos son más sencillos, se ven tan apuestos con su esmoquin, perfumados y con el cabello perfecto. Creo a como me arreglé, ni llegó a ser hombre. Y eso que vine con la mejor ropa que tengo. Espero que no llame mucho la atención, ya que mi atuendo es todo lo contrario. Desearía tener un lindo vestido, con escote de forma de corazón, color rosa, sencillo con eslabones de la cintura para abajo, con unas zapatillas color negras, como mis pestañas largas con rimel. Quisiera ese vestido por arte de un deseo.
Veo a todos, pero hay algo que no cuadra. Veo rostros desconocidos. Se supone que está fiesta es sólo para chicos de tercero, y ni por la altura, su complexión, ni su vocabulario, los chicos serían de primero, más bien, son familia. En ese caso, sí hubiera traído a mi hermano insoportable para soportar ese día. ¿Se puede soportar algo con algo insoportable? No tiene senrido y no quiero tener un océano de pensamientos sin salida en un baile.
—¿Ya viste los chicos que no son de nuestra escuela? —Dice mi preciosa mejor amiga. La veo llegar vestida con su vestido favorito corto de color coral y su cabello castaño rizado le queda perfecto.
—Supongo que son familiares.
—No Emy, son chicos de la otra escuela del director. Nos juntaron.
Ahora lo veo más lógico, éste salón está demasiado lujoso y no creo que con los $10 que donan los de primero y segundo valla a alcanzar la renta de por lo menos 6 horas. Por un lado, me alegra, me hace más invisible. Y así es Emery en estos casos.
—Mejor para mí. —Consigo decir hasta que mis ojos buscan a John aunque no quiera y brillan al verlo con ese esmoquín y su cabello quebrasdo, café y sedoso. Llego a la conclusión que es el chico más guapo de la fiesta.
—Ya llegó el patán del que Emery se enamoró. —Dice Eduardo, arruinando mi vista hermosa.
—No empieces, vale. Con trabajos me siento normal aquí.—Respondo sin querer responder.
—No porque traigas ropa diferente, no puedes ser tú. —Dice Kenia tratando de mejorar la autoestima que no tengo. Quisiera decirle como me siento, y pienso dos posibles reacciones: Que ella me diga lo idiota que soy por sentirme así, o me lleva al sanitario para que llore conmigo.
¡Pero que no entienden! Yo no encajo aquí. Ni en vestimenta, ni en personalidad, ni en nada. Con trabajos y soy su mejor amiga, aunque me apartan porque se gustan los dos y no quieren admitirlo. Acabo de darme cuenta que las últimas tres oraciones las grité al son de la música y noto sus miradas tan largas y el silencio entre nosotros es denso.
—Perdón. —«Añade algo, añade algo». —Pero es la verdad chicos. Vallan la pista de baile. —Comenzaron las cumbias, esas canciones tan padres que bailamos en los convivios pequeños de la escuela. Sonrío tristemente y para mi sorpresa, sí se largan a bailar y me dejan sola.
Han pasado tres largas horas desde aquel incómodo momento con mis amigos y John está a tan sólo 3 metros de mi. Es imposible no querer mirarlo, sus pestañas tan perfectas, su cabello tan quebrado que tan ganas de alborotarlo, y sonríe tan perfecto que por un momento pienso que él sabe que estoy perdida por su vestir y realmente sonríe para mí.
Estoy notando algo raro y no se qué es. Siento una mirada directa, sé que no es John porque es lo que mis ojos siguen viendo, pero mi instinto me dice «Alguien te está mirando». Volteó la mirada hacia el otro lado del salón. Mi broche de moño rosa pastel se cae, y mis cabellos molestan la vista de mi ojo derecho. Al parecer es un chico, unos diez centímetros más alto que yo, trajeado, cabello lacio de lado, tez blanca, ojos ligeramente rasgados, cafés, acompañados de pestañas tan largas. No es de mi agrado, pero están viendo algo, que parece que miran a una chica, que vistió totalmente diferente a las demás. Esa soy yo. Y empeora la situación cuando sus labios gruesos forman una curva preciosa. Su sonrisa. Devuelvo la sonrisa a aquel chico, sin pensarlo. Hasta que otro chico y un par de chicas de mi salón hacen que desviemos la mirada al mismo tiempo. Estoy totalmente desconcertada.
Es tan increíble cómo mi mente se apagó. No pensé en otra cosa más que mirarlo y responderle la sonrisa. Y hace que de nuevo aparezca la mía.
Siempre en cualquier fiesta familiar, a la hora en la que todos bailan las típicas canciones tiendo a sentarme en cualquier mesa y pensar en cómo me vería ridículamente bailando algo a lo que yo misma le entiendo, se me hace algo estúpido, solamente bailo cumbias con mi papá y seguido con una que otra tía. Esta fiesta no es la excepción. Odio este día, sólo conseguí incomodar a mis amigos, mirar algo que evidentemente no va a ser para mí y las plantas de los pies me están matando.
A veces creo que mi papel en ésta vida es ver felices a los demás, donde involuntariamente quiero encontrar muchas respuestas. Desde mi identidad hasta mi felicidad.
Estoy a punto de caer del sueño en el auto del chófer de Kenia. Estoy a un bostezo de decirle a Kenia lo que pasó hace más o menos dos horas. Son las doce y media de la mañana. Espero que mi madre no arme un escándalo por llegar media hora tarde.
—Keny. ¿Qué crees?
—Dime. —Su cara demuestra el resultado de bailar más de cuatro horas con Edward, y que, a fin de cuentas, no la pasaron conmigo, si a caso sólo fue a la hora de la comida.
—Un chico de los que son de la otra escuela se me quedó viendo y me sonrió. —No puedo creer que ésta oración la dije como una niña diciendo lo hermosa que es su muñeca.
—¿En serio? ¿En serio te vas a ilusionar? Hasta crees que vas a volver a verlo. Emery, nunca entiendes.
Su manera tan irritable de decirlo, me deshace el ánimo que tenía. Kenia es mi mejor amiga y sé las razones por las cuales está así; o no tuvo la calificación que esperaba en un trabajo o Edward sigue sin captar los sentimientos que ella siente por él. Estoy totalmente segura de que es la segunda. Sin darme cuenta el auto de detiene en frente del zaguán de mi casa.
—Nos vemos el lunes, Keny, descansa.
Abro la puerta de mi casa, todo parece oscuro, e intuyo que ya todos están durmiendo. Me siento extraña llegar así a casa. Yo nunca he llegado descalza, con las botas en la mano. Tomo mi teléfono celular, reviso Facebook y hay dos solicitudes de amistad. Una tiene por nombre “Gerardo Lucker” y el otro es “Austin Wallace”. Como Gerardo tiene foto de perfil y el otro sólo una imagen. Acepto a Gerardo y rechazo a Austin y mis pestañas caen como tormenta en cuanto mi cuerpo toca el colchón.
«La sonrisa de aquel chico» es mi último pensamiento de esta noche.
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Dreamer 🌸 Llénate de lo que no has vivido.
Novela Juvenil-ELLA QUERÍA SER ALGUIEN, ÉL QUIERE SER ALGUIEN PARA ELLA. 🌟 . Una adolescente en busca de su identidad al lado de su familia y amigos comienza a tener un concepto del amor al mismo tiempo que vive otra dimensión en las noches. ✨