Capítulo 7. Sonríe hermosa.

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Acaba de terminar la clase de deportes. Estoy exhausta y no siento las piernas por las 50 vueltas que corrí alrededor de las cuatro canchas de basquetbol. Pero tengo la energía de un niño de tres años en una noche de sábado. Estoy en el sanitario y me lavo el rostro. Me encanta la sensación en mi cara cuando siento el agua fría. Veo el espejo sucio y percudido, pero el centro está aparentemente limpio que puedo verme sin problemas. Me veo diferente, me siento diferente. No sé si sea porque mi fleco se ha bajado, pero aún conservo el brillo labial rosa en mis labios y hay color rojizo en mis mejillas provocadas por la clase. Sonrío sin pensarlo y viene a mí mente las fotos que me envió Austin y su mensaje en ellas: “Sonríe hermosa”

Vuelvo a verme al espejo con más atención y veo esa sonrisa que he formado sin querer, no puedo dejar de pensar si ésta es la sonrisa verdadera. Mi sonrisa. Es la primera vez que siento tanta alegría acumulada. No sé si sea por el ejercicio. Me recuerda a mí loco hermano mayor que ama hacer ejercicio. Cada que le pregunto que de dónde saca la inspiración me dice la razón: le hicieron bullying por su pésima condición física y por comer comida rápida y coca cola todo el día. Le apodaban “Marrano” “El cola” y demás hasta que, antes de entrar al bachillerato se puso en forma en las vacaciones de verano y se volvió un hábito. Ahora el ejercicio y el agua cambiaron su vida  y le dió un aspecto que hace que tenga novia cada fin de semana.

Entro a mi salón, y abrazo a Kenia por detrás de manera que mis brazos cuelgan como si fuera un collar. Voltea y me mira extrañamente gracioso.

—¿Y ahora qué te picó?

—¿De qué o qué?

—Es la primera vez que haces esto. Un cariñito. —Me mira como suelen hacerlo las chicas fresas y mamonas del pasillo cada que llego a la escuela, pero con picardía y entrecerrados sus ojos. —Estás… sonriendo.—Concluye.

—Casi no te vemos sonreír Emmy. —Interrumpe Edward. Olvidé por completo que estaba con él.

—Pero, siempre nos reímos.—Respondo en mi defensa.

—Sonreír no es lo mismo que reír.

Edward sonríe y hace que mis intentos de seriedad de esfumen. —Ya dinos quién es. ¿O será que ya John te pidió algo que no sea la tarea?

Mi sonrisa desaparece. No tanto por el sarcasmo de Edward, sino porque no había pensado en John en lo que va de esta semana. Suelo pensar en él cada que tengo tiempo libre, cuando voy de camino a casa o para olvidarme de dolor en las citas con el dentista. Tan sólo esta semana no supe si llegó tarde o pensar en lo que me va a pedir. Pensé tanto en eso, que volteo de nuevo a ver a mis amigos. Kenia y Edward están hablando algo serio. Noto la cara afligida de Kenia y la actitud prepotente de Edward en sus ademanes. Esto me está oliendo mal. No sé si debo meterme en esto.

—¡Como pudiste hacerme esto!

—Hacerte qué!

—Hacerme pensar que querías algo más conmigo, estando con Dayann.

—No es eso! Solo te dije que anhelaba estar contigo. No malinterpretes, te quiero como Amiga.

Veo a Kenia irse del salón hecha un mar de lágrimas y a Edward viéndome como idiota. La bomba estalló antes de lo que pensé. Creo que me hace señas con sus ojos que valla tras mi mejor amiga. Y pues ahí voy, aunque no sé a quién de los dos apoyar. Son mis dos mejores amigos, son la razón por la cual no me la pasó leyendo en el receso. Voy tras Kenia.

—¡Qué es lo que acaba de pasar!

—Edward! ¡Es un pendejo! Sabe que estoy enamorada de él y no hace más que hacerme pensar otras cosas. Me dice que tengo una sonrisa preciosa, me pide la tarea y que lo ayude con matemáticas y ahorita me sale con que sigue andando con Dayann. —Cuando Kenia mencionó lo de la sonrisa, me viene a la mente Austin y las diez fotos que me envió. —Emery, neta te vas a reír de mí!? ¡Qué demonios está pasando con mis pinches amigos!

Dreamer 🌸 Llénate de lo que no has vivido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora