Capítulo 3

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Martes, 17 de septiembre

Annabella

02:50 pm

Cuando llegué a mi casa, lo primero que olí fue una deliciosa esencia a comida italiana que de seguro papá estaría preparando. De los cuatro, papá era al que mejor le quedaban las comidas saladas. A decir verdad, a Isabella no la dejábamos cocinar desde que casi incendia la casa sin contar que varias veces quemo la comida.

Dejé mi mochila en la sala y continúe con el trayecto hasta la cocina.

Allí me encontré a papá de espaldas cantando para sí mismo, y cocinando su deliciosa comida; por su vestimenta seguro acababa de llegar del trabajo puesto que cargaba su franela manga larga —aunque se había recogido las mangas para poder cocinar—, color celeste, un pantalón de vestir negros y sus zapatos brillantes.

—Buenas tardes Anna.

—¿Cómo sabias que estaba aquí? —No había hecho ningún sonido.

Volteo a verme con una sonrisa y luego volvió a prestar atención a lo que cocinaba.

—Escuche la puerta —Dijo mientras seguía batiendo lo que estaba en el sartén—. Anna pásame la salsa que está en la nevera.

Me acerque a la nevera, y abrí la puerta encontrándome con una olla junto a la tapa de color rojo que le corresponde, levante la tapa para cerciorarme de que era la salsa de que papá hablaba y si, era justo esa.

La saqué y la dejé a un lado de la estufa donde papá estaba trabajando.

—Gracias —Tomó la olla y siguió cocinando, me miro de soslayo—. ¿Y por qué tiraste la puerta?

—No es cierto.

Me miró y luego dejo soltar una pequeña carcajada.

—Apuesto a que venias con esos cascos sobre tus oídos que no te dejan oír absolutamente nada.

Me reí con él, porque solía ser verdad. Los días que llegaba sola normalmente me colocaba mis audífonos y no me los quitaba hasta llegar a casa. Según papá y mi hermano no escuchaba nada cuando los usaba y normalmente decían que me las pasaba en las nubes.

—Iré a dejar mi bolso en mi habitación.

Me di la vuelta y busqué mi bolso en la sala, cuando iba a subir las escaleras para ir a mi cuarto, recordé que tenía hambre.

—¿Papi me guardas un poco de almuerzo? —Alcé un poco la voz para que me escuchara desde donde estaba.

—Claro Anna.

Terminé de subir los escalones, y me encontré en un pasillo largo. Cruce a la izquierda y camine hasta la última puerta.

La abrí y me quedé viendo el desorden que hice esta mañana buscando mi cuaderno. Me acerque a la cama y deje el morral allí.

Comencé a tararear una melodía que tenía en la cabeza, mientras recogía mis cosas del suelo. Dejé los libros en su lugar en el estante, junto con la chaqueta que tiré por descuido esta mañana y la almohada que le lancé a mi hermana, cuando vino a despertarme.

Me acerqué a la ventana, corrí las cortinas de color rosado pálido, y me encontré con la casa del muchacho nuevo de la escuela.

Aún recuerdo lo nerviosa que me puse cuando se detuvo detrás de mí en el semáforo donde mi hermana me dejo botada, no sé porque, pero cuando me topé con él afuera de la entrada y me miro de pies a cabeza me sentí completamente indefensa.

Por un momento me asusté, mejor dicho, me sentí algo intimidada. Casi nadie me mantenía la mirada para eso estaba Isabella a quien prefería fuese el centro de atención entre las dos. Incluso en casa era así, ella era la que siempre tenía historias excéntricas y desorbitantes que contar, de esas cuyas palabras a veces piensas que son irreales. Aun así, las dos nos llevábamos bien como estábamos, ella hablando y yo escuchando. Sin embargo, ver la mirada divertida del señor Guillermo, me hizo ver que solo quería hacer pasar un mal rato al chico nuevo.

Melodía ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora