Martes, 15 de octubre
Matheo
2:00 pm
¡Al fin soy libre!
Bueno no del todo mañana debo regresar a clases.
Pero por los menos hoy ya no veré a la profesora de matemática. Y no la veré sino hasta el lunes de la semana que sigue. La mala noticia es que tengo examen.
En si el día de hoy fue agotador, y eso que solo vi tres materias. Química, lenguaje y matemática. Hay dos secciones en este curso y según se el peor horario me tocó a mí. Mientras que la otra sección entra a clases solo dos días de la semana —específicamente lunes y viernes—, a las siete y media de la mañana, y los otros tres días a las ocho menos cuarto. Por otro lado, yo no tuve tanta suerte de lunes a jueves me levanto temprano para poder llegar a clases —a las siete y media—, sin tener cara de zombi, el único día que no me despierto tan temprano son los viernes que veo clases a quince minutos para las diez.
Siendo sinceros me parece que los horarios deberían tener menos horas de clases con una entrada más tarde, donde no tengamos que madrugar tanto.
Termino de recoger mi cuaderno, mi lápiz, el borrador, el sacapuntas, y voy metiendo todo en mi bolso de modo que no se me olvide nada. Ya me ha pasado en años anteriores que dejo mis lápices botados en el salón.
Salí a la par con Anthony del salón mientras varios estudiantes se quedaban dentro terminando de escribir lo que estaba en el pizarrón. Nos dirigimos rápidamente a la salida, realmente tenía muchas ganas de llegar a casa y servirme un gran plato de comida porque hoy justamente me correspondía el almuerzo en un horario de once pasadas quince a doce en punto. Era horrible. De hecho, me corrijo es horrible.
Entre ambos hablamos poco, pero principalmente el examen de matemática. Sobre todo, porque no era, ni es, mi materia favorita. Y al parecer de Anthony tampoco, que suerte de amigo me tocó.
—Nos vemos más tarde Matheo —Dijo Anthony en cuanto llegamos al gran portón negro.
—Nos vemos después Anthony —Murmuré mientras lo veía alejarse al camino que lo llevaba a su casa.
Saque las llaves del bolso, las cuales estaban amarradas a una cuerda que esta cosida al fondo del bolso, de modo que no se me olviden. Coloque la llave que correspondía a la cerradura y abrí mientras veía como el señor Guillermo me saludaba con asentimiento de la cabeza, le salude de vuelta agitando la mano.
Me encamine por la acera hasta mi casa, donde nuevamente me toco sacar las llaves y abrir la puerta para poder comer de verdad.
Deje mi mochila a un lado de recibidor y me fije en la hora que marcaba el reloj analógico que hay en una pared al lado de la entrada de la sala de estar. La aguja grande estaba entre el número cinco y seis, y la aguja pequeña estaba entre el número dos y tres. Por lo que suponía que eran aproximadamente casi las dos y media de la tarde. Entre directo en la cocina buscando mi preciada comida.
Me acerque a la nevera viendo que había un papel de color amarillo pegado en el —mi madre había puesto una regla sobre el color de papeles que se debían colocar en la nevera, este color en específico significaba que dejo un mensaje que debo leer si o si—, quite el imán con un dibujo de sandía encima y leí la nota.
Cariño, tu hermana y yo salimos a tener una tarde de chicas.
Tu almuerzo está en el horno puedes calentarlo en el microondas.
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Melodía Imperfecta
Teen FictionNinguna melodía puede ser perfecta Anteriormente conocida como "Eres mi melodía perfecta"