capitulo 11

526 64 9
                                    

La insistencia de Amaia consiguió que la embajada se encargase del traslado de Alfred... en unas horas aterrizaría en Madrid, en un avión medicalizado... se moría por verle, por poder besarle, por que él se recuperase.

Abrió la puerta sigilosamente... sentía como el corazón la latía fuerte en el pecho, como su niña no dejaba de revolverse dentro de sí... estaba nerviosa...

Silencio... todo en calma... la luz penetraba débilmente entre las cortinas de aquella habitación... calma, incertidumbre...

Alfred permanecía recostado en la cama... pálido, con rostro sereno, parecía tranquilo.

Quiso correr a su lado, quiso besar sus labios, tocar su piel... pero se acercó cautelosamente, con miedo a hacerle daño, como si se fuese a quebrar por tocarle...

Acarició su pelo, su cara, sus labios... besó su frente suavemente, le tomó la mano y la puso sobre su vientre.

-. Coralinda, este es papá... verás como pronto se pone bien.

Los días pasaban con relativa normalidad... Alfred estaba mejorando por momentos y los médicos habían decidido despertarle del coma inducido en el que se encontraba... hoy podría volver a hablar con él.

Acariciaba su mano mientras tenia la mirada perdida dirigida hacia la ventana...pronto notó como esa caricia era devuelta y giró repentinamente la cara.

-. ¡Alfred!

-. Amaia.

-. ¿Cómo estás?

-. Me duele la cabeza... ¿Qué ha pasado?

-. ¿Qué ha pasado? Que no te has matado de milagro, pero te mataré yo, te lo aseguro.

-. Veo que no has cambiado.

-. Tú eres un poquito más bobo.

-. Vaya... gracias...

-. Alfred yo...

-. Dime Amaia.

-. No, nada... la próxima vez que me des un susto así te mato. ¿Te queda claro?

-. Señor, si señor.

-. Payaso.

-. Te quiero.

-. Y dale... el golpe te ha dejado más tonto aún.

-. ¿Cómo está Coralinda?

-. Tranquilita.

-. Amaia... ¿puedo?

-. Claro –contestó sonriendo a la vez que se acercaba para que Alfred pusiera su mano sobre su vientre.

La niña al notar la mano respondió moviéndose y dando patadas.

-. Guaooo, se mueve un montón.

-. Si, se ve que tiene a quien parecerse.

3 días después Alfred recibía el alta, estaba casi totalmente recuperado, aunque aún convaleciente de las operaciones a las que en el hospital de Grecia le sometieron.

-. Gracias por acompañarme Amaia.

-. ¿Te estás despidiendo?

-. Bueno, hemos llegado a casa.

-. No te lo crees ni tú, te vienes a mi casa.

-. Amaia de verdad, no creo que sea buena idea.

-. ¿Alguna vez me ha importado lo que tú creas?

-. Serás...

-. Te vienes a mi casa y punto, tengo camas de sobra.

-. No quiero molestar.

La cajita de músicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora