Y así iban pasando los días, los meses...
Coralinda tenia ya 6 meses. Era un precioso bebé con los ojitos como los de su papi, con unos labios como su mami, y unos incipientes rizos morenos mezcla de ambos.
Coralinda empezaba ya a balbucear tímidamente palabritas, la estaba saliendo el primer diente y era el orgullo de sus padres, que a pesar de sus diferencias personales se desvivían por ella.
Acababan de bañarla y darla su biberón. Eran las 10 de la noche, momento en el que Alfred se despedía de sus mujeres para pasar una solitaria noche en su casa.
Amaia se puso su mini pijama, y se tumbó en el sofá a descansar. Estaba agotada, llevaba días sin parar, trabajando desde el ordenador y cuidando de su niña. Además, esa tarde habían salido los tres a pasear y habían recorrido medio Madrid andando. Estaba realmente cansada.
Sonó el timbre y desganada se levantó a abrir, pensando quien podría ser quien la molestase a esas horas y rezando para que Coralinda no se despertase.
-. Hola.
-. ¿Otra vez tú?
-. Si.
-. Hijo mío... ni descansando me dejas en paz...
-. Estás agotada.
-. ¿Eres adivino?
-. No, no me insultaste, eso es que no tienes ganas de nada.
-. Mírale que listillo.
-. Ya ves...
-. ¿Qué quieres, Alfred? Estoy agotada.
-. Te traje un regalo.
-. ¿Un regalo? No es mi cumpleaños.
-. ¿Y? ¿No puedo regalarte algo porque me apetezca?
-. Bueno... pues... ¡No se! Ay Alfred, deja de liarme.
-. Pero si yo no dije nada.
-. ¿Piensas quedarte en la puerta?
-. ¿Me dejas pasar?
-. Mira, no me tientes a dejarte en la puerta... tira pa'dentro.
Y le dio una patadita cariñosa según entraba.
-. ¿Así que piensas maltratar al padre de tu hija? Muy bien... ¿qué pensará ella de todo esto?
-. Pero mira que eres payaso. ¿Quieres algo de tomar?
-. ¿A ti?
-. No, no estoy disponible en el menú.
-. Vaya... un zumo, un zumo estará bien.
Cogió un zumo para él y un vaso de leche para ella y los llevó al salón. Se sentaron en el mismo sofá, cruzando las piernas como los indios, un gesto muy típico de amaia, mirándose a la cara.
Suspiró al tenerle tan cerca un día más... pero esta noche lo notaba diferente, como si las distancias entre los dos se hubiesen acortado en apenas 5 minutos, justo los que hacia que él había tocado el timbre.
-. Verás yo...
-. Dime...
-. Da igual... no era nada importante Amaia...
-. ¿Seguro?
-. Si...
Ninguno de los dos se atrevía a decir nada. Se sentían tan frágiles delante del otro que tenían miedo de hacerse daño, sin querer, a pesar de las ganas que ambos tenían de derribar ese muro que les impedía acercarse.
ESTÁS LEYENDO
La cajita de música
Fanfiction-. Dice una antigua leyenda egipcia que esa cajita de música perteneció a un faraón. Un faraón que estaba enfermo de amor. Amaba en silencio a una bella mujer, que no conocía apenas. El faraón no comía, no dormía, no reía... vivía en su mundo interi...