El día amaneció soleado, abrió los ojos y pudo comprobar como Alfred dormía en la cama de al lado.
Sin decirle nada se levantó y se duchó en la ducha que Alfred había instalado el día antes en la parte del fondo de la tienda.
Peinaba su larga melena, aún con la toalla rodeando su cuerpo, cuando sintió unas manos acariciarla la espalda.
-. ¿Qué te crees que estás haciendo?
-. Buenos días Amaia.
-. No me has contestado.
-. Te daba los buenos días.
-. Y no puedes decir "buenos días" como las personas normales, no, tu tienes que ir siempre a tu bola ¿no?
-. Veo que la primera noche en Egipto no aplacó tu mala ostia... una pena.
-. Piérdete.
-. No te daré ese gusto.
Y diciendo eso se desnudó delante de ella y se metió en la ducha.
-. No me esperaste para desayunar.
-. ¿Debía hacerlo?
-. Hubiese sido un detalle.
-. No me digas...
-. ¿Viste ya el planning de trabajo?
-. No ¿Por?
-. Ya me extrañaba que no me hubieses llamado ninguna peste.
-. No tengo por qué hacerlo.
-. Estamos en el mismo grupo de trabajo.
-. ¿Y?
-. Los dos solos.
-. ¿Y? ¿Piensas que eso va a afectar a mi profesionalidad? Estás muy equivocado.
-. Me alegra que así sea, esta excavación es muy importante.
-. Alfred, soy arqueóloga, la 1ª de mi promoción, me lo he currado como nadie, no pongas en tela de juicio mis capacidades ni mi profesionalidad. No te permito que dudes de mí.
-. No lo hago, pero tu carácter influye en tu trabajo.
-. Tus gilipolleces también y yo no digo nada.
El día estaba siendo verdaderamente agotador. Trabajaban en silencio, acotaban las zonas de trabajo, comenzaban las primeras excavaciones...
Nunca lo admitirían, pero formaban un gran equipo de trabajo, eran los mejores, y todos lo sabían. Apenas comieron, ni siquiera se acercaron al comedor común, lo hicieron en su zona de trabajo. Al caer el sol estaban agotados, exhaustos, y hambrientos.
-. Buen trabajo Alfred.
-. Lo mismo digo Amaia.
No tenían fuerzas ni tan siquiera para pelear, apenas se ducharon y cenaron cayeron rendidos en sus respectivas camas.
Se despertó a mitad de la noche, empapada en sudor, con la respiración agitada. Alfred despertó también al notarla inquieta.
-. ¿Te pasa algo Amaia?
-. Me encuentro mal Alfred.
Alfred se acercó hasta su cama y la colocó la palma de su mano sobre la frente de ella.
-. Estás hirviendo.
-. Creo que tengo fiebre.
-. Pero mucha además.
-. Vamos a la ducha.
-. Ni lo sueñes.
-. Amaia deja de hacer el gilipollas.

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La cajita de música
Fanfiction-. Dice una antigua leyenda egipcia que esa cajita de música perteneció a un faraón. Un faraón que estaba enfermo de amor. Amaba en silencio a una bella mujer, que no conocía apenas. El faraón no comía, no dormía, no reía... vivía en su mundo interi...