Cuando llegaron al departamento ese día, pidieron más comida y se reunieron en el sofá frente a la televisión a conversar sobre el día de hoy. Incluso Touya aportaba, pero Shouto aún se sentía fuera de contexto. No sabía realmente porqué, pero había una pequeña molestia instalada en su garganta que se negaba a dejarlo tranquilo por completo. Nunca ha entendido acerca de sentimientos, mucho menos de los suyos propios. Por lo tanto, dejó a la espina en su piel intacta sin percatarse de que cada segundo se incrustaba más. ¿Si no lo comprendía, qué podía hacer al respecto?
¿Qué le molestaba tanto?
Y cuando despertó al día siguiente, su nariz estaba irritada, su rostro caliente y su garganta verdaderamente lastimada. Le pareció sospechoso que —considerando el hecho de que marcaban las siete de la mañana y que no tenían responsabilidades— sus hermanos no estuviesen en casa. Excepto por Fuyumi, quien despertó al oír el desastre que provocó al intentar prepararse a sí mismo un té con miel para el dolor. Ella no lucía sorprendida ante la ausencia de los demás, solo algo cansada. Se preguntó vagamente si habían tenido una discusión luego de que fuera a dormir. Raramente peleaban desde que se mudaron con la abuela.
Por supuesto, Shouto podría decir que no se había resfriado desde que llegó a la casa de la anciana y ahora era justo lo que estaba sucediendo.
Shouto no quería las atenciones de la mayor. Él podía prepararse el desayuno por su propia cuenta y aún así se lo permitió cuando Fuyumi le observó con ojos severos. Usualmente, cuando se ponía algo testarudo ella le decía: «sé que no necesitas de mi ayuda pero... ¿por qué no dejar que te atiendan un poco y te hagan sentir amado y cómodo de vez en cuando?». Cuando era un niño y la oía así, solía sentirse extraño, como si realmente valiera el esfuerzo de una sopa de pollo. Ahora —que era un adolescente— ni siquiera debía abrir la boca para que entendiese el mensaje.
No podían culparlo. A veces su madre no dormía en las noches por alguna razón que desconocía, por lo que se quedaba dormida el resto del día mientras su padre trabajaba y sus hermanos estudiaban. Entonces Shouto debía atenderse a sí mismo. Nadie se encargó de él, e incluso llegó a pensar que su existencia no importaba. No le gustaba recordarlo. Con ello volvían memorias estudiando en casa con el exigente hombre como todos los demás lo habían hecho en la niñez. No había podido tener la experiencia escolar por completo. Sin amigos, ni maestros que te regalasen estrellas doradas como en las series de televisión. Antes lo añoraba, pero luego a aprendió que solo era algo sobrevalorado.
Luego, cuando ingresó repentinamente a la escuela una vez lejos de su vieja casa, fue toda una... Experiencia.
La expresión de Fuyumi le había recordado un poco a las veces en que despertaba en la casa de su abuela y se percataba de que sí habían personas que querían encargarse de él, justo antes de comenzar a elaborar algo simple por su cuenta. Entonces su nariz y sus ojos picaban un poco pero no derramaba ninguna lágrima mientras ella rompía unos huevos sobre la sartén. Más tarde tomaban asiento en la excesivamente enorme mesa y comían juntos manteniendo conversaciones banales como si hace unas semanas su antigua casa no se hubiese incendiado. Era extraño. Nunca antes lo había hecho. Y además, sus hermanos hablaban tan tranquila y alegremente que le daba ánimos de unirse pero no tenía la oportunidad. De todas formas, no es como si los hubiese visto mucho antes. Ellos se mantenían lejos de su padre tanto como fuese posible. Mientras él, en cambio, tenía estrictamente prohibido separarse del hombre.
Shouto odiaba ser un desconocido. Lo había sido para su madre durante toda su vida. Y aunque sus hermanos fingieran que las heridas cicatrizaron, no era así. Seguían allí, abiertas y sangrantes. Incluso ahora, que han vuelto al punto en que...
—Necesitas medicinas. —Fuyumi dijo de repente, sosteniéndose la barbilla en una pose pensativa como si estuviera reflexionando sobre la idea. Ella había colocado un plato de arroz, tostadas y huevos sobre la mesa y luego lo observó con incertidumbre—. Hay una farmacia cerca, si no me equivoco. Espera un rato aquí, ¿bien?
Shouto no tuvo oportunidad de opinar. Antes de que pudiera hacerlo, Fuyumi estaba arreglando su blusa mientras caminaba hacia su habitación para recoger un par de pantalones decentes. Cuando la vio regresar con unos vaqueros y sandalias blancas, tomó su bolso y le observó brevemente, diciendo con voz sospechosa—. Hay un teléfono en el pasillo... No lo contestes, ¿entiendes? Te llamaré a tu celular si surge un contratiempo.
—¿Por qué? —Shouto intentó, pero la mujer estaba cerrando la puerta de un pequeño estruendo antes de darse cuenta por completo de que estaba solo otra vez.
Los primeros diez minutos pasaron y el dichoso teléfono había comenzado a sonar. Cruzó el pasillo a pasos somnolientos para verlo en persona y y estuvo ante un viejo aparato que por supuesto le pertenecía a su abuela —«¡La antigua tecnología era incluso mejor que sus tabletas y objetos para los oídos! Entonces era más fácil de entender y no debía satisfacer extraños gustos de adolescentes»—. Shouto hizo caso omiso a la llamada, aún si esta se repitió luego de otros quince minutos. Pero eso no significaba que no tuviese curiosidad. ¿Por qué su hermana había lucido extraña al mencionar aquello repentinamente? Era misterioso.
Shouto odiaba los misterios.
Cuando pasaron treinta minutos desde la ausencia de Fuyumi y el teléfono volvió a sonar, él vaciló un poco antes de tomarlo. Sentía que estaba haciendo algo malo, pero era muy tarde para repensarlo cuando apoyo el aparato contra su oído para escuchar claramente una voz alta y ronca aclamando.
—¡Fuyumi! —gritó—. ¡Prometiste que me llamarías...!
Shouto se congeló, sus dedos débiles alrededor del plástico mientras respiraba de manera errática. De pronto, recordó las tardes estudiando matemáticas con los exigentes reclamos junto a él. Cuando pedía desesperado y en silencio que la noche llegase para acabar con el agotador día. Y más tarde, cuando marcaba la hora en que el hombre lo encerraba en la habitación continua a la que su madre solía permanecer, comenzaba ese lapso de tiempo repleto de sufrimiento tras otro en que se «se convertía en un hombre de verdad». Cuando el dolor era demasiado y oía el llanto de su madre a través de las finas paredes, podía colapsar allí mismo.
Le causaba asco lo vulnerable que se volvía al oír su voz, luego de tantos años, después de todas las terapias. No podía simplemente dejar el pasado atrás y era tan duro, como si estuviera intentando correr hacia delante cargando con el peso de un barco sobre su espalda. Era como correr por las vías arrastrando el tren. De pronto, solo oía su respiración sobre el silencio de muerte en todo el departamento. No quería mostrar debilidad ante él, no quería ser afectado. Y sin embargo, respiraba como si tratase de contener un llanto.
—¿Shouto?
Entonces colgó la llamada, golpeando el aparato y alejándose considerablemente de él. Dejó que sus piernas cedieran apoyándose contra la pared y permitiendo que su cuerpo se deslice lentamente hacia el suelo. Presionó las palmas de sus manos contra sus oídos en un desesperado intento de parar la voz de su padre gritando sobre cuán débil es. ¿Por qué su hermana se mantenía en contacto con ese hombre? ¿Acaso sus hermanos hacían lo mismo? Cuatro minutos pasaron antes de decidir que no quería quedarse allí, observar el rostro inocente de la mujer al regresar y ser dañado.
Shouto deseaba desesperadamente protegerse a sí mismo, por lo que tomó todas las prendas abrigadas que trajo consigo —aunque no hacía demasiado frío, el resfriado lo empeoraba— y salió de casa. No esperaba que sus hermanos o quién sea lo entendiese.
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Strawberry kiss » TodoDeku.
FanficIzuku debe convertirse en la luz del niño de ojos tristes en el otro vecindario. • Omegaverse. • Mucho fluff. Drama. • No existen las especialidades. • Historia larga.