Capítulo XV

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¿Una pista?

—Si mi teniente, entiendo, pero no fue mi culpa; —se defendía el detective encubierto ante el superior al otro lado de la línea telefónica. —¿Desea que acabe con mi fachada y regrese a la estación?

—No seas idiota Fred, aquí nadie te conoce, ni saben de tu trabajo encubierto; además es evidente que tenemos un sapo dentro.

—Pero si el distribuidor con quien había estado en contacto se fugó del hospital cuando supo que lo iban a detener por trafico de drogas, y no tenemos otra pista, menos la de saber quien es el capo que trae la droga.

—Ese es el problema cuando maricas hacen negocios de hombres, la pelea entre esos dos maricones acabó con meses de investigación, —se quejó el jefe. —Bien, ya no podemos hacer nada por ahí, pero sigue oculto y trata de ver si consigues a alguno de sus clientes, seguro que alguien conocerá a otro distribuidor y de ahí podemos seguir. Daremos un mes más a esto, luego veremos, te parece.

—Bien jefe, —terminó de decir Fred antes de colgar en el teléfono publico la llamada. Una vez cada semana, el joven detective se contactaba a través de un teléfono distinto a un teléfono no registrado donde su superior le informaba y se informaba de la misión.

Había un nuevo cartel de droga en la ciudad. En casi diez años se habían apoderado del mercado de estupefacientes. Sólo sabían que cocaína de Bolivia, cannabis de México y heroína de Colombia entraban por el puerto de San Alba a la región, pero no se lograba descubrir quien y cómo la transportaban dentro. Finalmente una pista, había un distribuidor en la zona alta y central de la ciudad. Un chico rico que la usaba para sus fiestas privadas; pero la cantidad era tal que distaba mucho de ser sólo para el uso personal, debía estar repartiéndola entre sus allegados. Es cuando Fred Preston entró en juego.

El chico había sido transferido desde la capital a aquel puerto comercial en la costa del país. Había destacado en su sitio de trabajo previamente, salvo por un pequeño detalle, se le ocurrió reconocer que era gay. A partir de ahí nadie quiso trabajar con el joven detective. Los varones consideraban que tener un compañero así los ponía a ellos en entredicho sobre su masculinidad; con las mujeres la cosa era más complicada. Unas querían cambiarlo, otras que fuera como dicen en gringolandia, su 'gay best friend', y ahí Fred fallaba, no lo soportó en la escuela, cuando las compañeras, al enterarse que era gay competían por su atención, todo para que les dijera que color era mejor con tal o cual falda, y Fred, para todos los efectos, con respecto a los colores, era más daltónico que un delfín, y mira que esos sólo ven blancos y negros.

Finalmente lo empezaron a utilizar como agente encubierto en los bares de ambiente. Es cuando surgió la misión en San Alba y era el candidato ideal. Un chico atractivo que podía colearse en las fiestas de ambiente gay de la ciudad y al no ser conocido por nadie en la ciudad, estaba a salvo. Su contacto siempre era vía telefónica con su superior, el único que sabía de su existencia en ese lugar, aunque nunca se habían visto de frente. Y había un cronograma que se seguía fielmente; cada semana buscaba un teléfono publico distinto y a una hora específica llamaba al número asignado para esa semana; seguramente otro teléfono publico donde esperaba el jefe. Si respondían la llamada podían hablar esa semana; sino tendría que esperar hasta la próxima vez.

Los costos de la fachada iban a ser cubiertos desde la capital, con una partida secreta. Él necesitaba aparentar que tenía dinero, no millonario, pero si suficiente para poder permitirse algunos excesos ante los posibles candidatos a ser investigados. Así había llegado a aquel distribuidor. Un hombre joven, de clase alta, hijito de papá; uno que creció sin reglas y sin supervisión, uno que ahora hacía con su dinero y con su vida lo que le daba la gana.

Camarógrafo - Serie: Étoile Producciones - 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora