Camarógrafo - Serie: Étoile Producciones - 02

Capítulo XXXIX

El avispón verde (1°parte)

—¿Estás mejor amigo?, —decía Jake mientras conducía su camión al pasajero en el puesto del copiloto.

—He estado mejor, —respondió Lance mientras mantenía el paño húmedo y frío contra su ojo inflamado, mismo que le había pasado el otro sujeto. —¿Y tú, cómo sigues del hombro?

Jake giro su hombro derecho un poco, una mueca de dolor cruzó su cara

—No esta dislocado o roto, al menos, —dijo tratando de sonreír.

—¿Para dónde vamos?

—A Étoile, Miguel está allá esperándonos; por una puta vez en la vida que no me quedo y resulta que hay un problema de verdad en ese lugar.

Lance sintió una corriente recorría su espinazo.

—No se si tenga fuerza para soportar más golpes hoy día; —dijo Lance.

—No seas llorón, además si se te viene encima, yo te protegeré; aún le gano en boxeo, no ha podido superar al maestro.

Lance dudo de eso, al menos recordado el golpe dado el lunes pasado. Ahí sentando en aquel puesto, miró a Jake, era unos seis años menor que él. Pero la diferencia física entre ambos era poca. Tenían la misma altura, y un físico similar. Lance era rubio con corte moderno y ojos azules, bien afeitado y..., bueno hasta ahí, ahora estaba usando ropa vieja y de pobre que Ana le había tomado 'prestada' al sujeto a su lado. Jake por su parte tenía el cabello desarreglado y ensortijado, algo largo, seguramente se lo cortaba él mismo para no ir a un barbero (pensó Lance) y las puntas apuntaban en todas las direcciones, su pelo era de color oscuro, igual al de sus ojos; con una barba oscura de varios días en la cara. Lance se lo imaginaba con el torso velludo; a diferencia de él que para verse mejor los músculos, y quizás sentirse más joven en apariencia cuando iba al gimnasio, se depilaba esa parte de su cuerpo.

Lance, sentado a su lado, incluso con la ventana abierta y la brisa que entraba, podía sentir el olor de aquel hombre, como si no se hubiera bañado en días. Pero, sabía que eso no era cierto. Seguramente esa mañana salió temprano, y aún conservaba el olor del sexo con Ana de la noche anterior. Y ese olor lo embriagaba, lo envidiaba. Aquel sucio camionero se acostaba con la mujer que él había despreciado años atrás. Una mujer que apenas era la sombra de la niña que él uso y boto como basura, y que hoy era una diosa hermosa, con curvas perfectas, con senos que ya no de una adolescente, sino los propios de las grandes divas del cine. Senos donde imaginaba a aquel tipo devorándolos como si se tratara de los más dulces helados. Lance no podía dejar de pensar en aquel hombre, con sus uñas sucias y desarregladas, y sus manos callosas acariciando la suave piel de Ana, moviendo sus manos por ese cuerpo de largas piernas, enterrando su cara en el coño de la mujer y lamiendo los jugos que de aquella vagina emanaban. Vaya que su vida era de verdad una porquería; aquel sin techo disfrutaba de lo que para él estaba vetado por el resto de sus días.

—¿Te angustia algo más, tiene una cara que es un poema?, —preguntó Jake, sacando al hombre de sus pensamientos.

—Sólo algo preocupado.

—Por Miguel, no te preocupes, ese chico sabe su oficio, y pensar que en un primer momento no quería venir a hacer la prueba, tuve que arrastrar su culo hasta el lugar, y después de que lo seleccionaron no quería volver.

—¿Tú..., tú lo llevaste a eso?..., —entendió Lance del comentario recién hecho por el chófer a su lado.

—Claro, no íbamos a perder esa oportunidad, además necesitábamos el dinero para la operación de Ana, yo había solicitado un préstamo dando como garantía mi camión, pero no nos alcanzaba todavía.