Capítulo 6

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Escribió con brío y nervio. Sus ojos deslizándose detallistas por el papel que lentamente era teñido de negro.

Lo que había sido una hoja en blanco, se llenó de runas y dibujos.

El más sobresaliente de todos era un dragón. De estructura elegante, blanco como la nieve, pequeñas marcas que insinuaban un color claro pero diferente en su piel. A su lado un dragón de color onix, carbón, tan negro como la noche de la cual provenía.

Los dos dragones eran una sola especie, hembra y macho respectivamente.

Pero lo que resaltó a la hembra en sus apuntes fue la mujer con un extraño vestido cubriendo su cuerpo esbelto. Sus rasgos eran hermosos, finos, atrayentes. Con ojos azul y pecas en las mejillas. El cabello largo y pálido caía sobre su espalda por ser echado hacia atrás como acostumbraba su dueña.

La mano del hombre se detuvo al lado del dibujo del dragón negro, por muy cerca que estuviera la punta de madera de la hoja, no la tocó. El espacio destinado a un dibujo especial estaba inmaculado. Había tratado de dibujarlo un par de veces ayer en otra hoja.

Nunca terminó el dibujo mas allá de la parte superior del cuerpo.

Habían sido días difíciles para Hiccup. La imagen de un muchacho de ojos verde era persistente en su cabeza. Bloqueaba sus neuronas, se dijo, pues una vez que tenía el pensamiento, no podía apartarlo en buen rato.

Inhaló hondamente, retuvo el aire. Cuando sintió que podía continuar, la tinta tocó el papel.

Primero lo primero, los ojos.

Grandes. Pestañas espesas. Tomó con rapidez un pigmento verde que luchó por obtener y los coloreó. Vivos, hipnotizadores, brillantes.

Hermosos.

Las cejas eras espesas, negras. Mechones negros comenzaron a pasar por los costados de esos ojos. El cabello enmarcaba un rostro atractivo cuya nariz y labios eran proporcionados, llenos. Mientras dibujaba el cabello, dibujó el cuello y hombros. Eran anchos, propios para tener una musculatura que su dueño pronto tendría. El pecho era firme mas no tenía musculo, el torso era lampiño, no había vello. La cintura y caderas estrechas, aunque al recordar el tacto sobre esa piel nívea le hizo pensar que eran más grandes, por alguna razón.  La anatomía sexual de su dragón no era de la incumbencia de nadie, tuvo que dibujarle con un ligero pantalón, como los que él usa. Por eso lo hizo rápido, para poder poner el largo de esos muslos carnosos, las piernas que al principio temblaron por el peso nuevo sobre ellas en esa extraña posición.

Las manos del hombre en tinta eran de palma promedio con dedos largos, carnosa, suave.

Y pesada. Rascó ligeramente el dorso de su mano. Dejó la pluma y miró su creación.

No era normal usar tinta, generalmente el carbón hacia su trabajo perfectamente. Pero esto era especial, más allá de todo lo que hubiera imaginado.

Los dragones se convertían en humanos como un mecanismo de defensa, camuflaje. Al parecer tienen en sus formas humanas pequeños detalles hereditarios, pues aunque ambos dibujos, macho y hembra, eran tremendamente parecidos, no eran iguales.

El macho tenía el cabello laceo, con ligeras puntas curvadas, mientas la hembra tenía una bonita ondulación suave, eran diferentes. La forma de su rostro, sus narices, todo.

Sus colores eran opuesto.

Los machos cazan de noche y nos cuidan, nosotras hacemos ese papel de día, mientras ellos pueden convivir con las crías y descansar. Era tan impresionante el modo en que estos dragones vivían. Las hembras habían perdido la mayor parte de sus pigmentos para ser menos detectables en el día mientras que los machos se colorearon de negro profundo para ser in-detectables en la noche.

Miró atentamente el dibujo. Ambos dragones tenían el rostro estoico, formas humanas incluidas. Pero al observar con detenimiento al macho, los gestos cambiaron.

Hubo una mirada mas dulce, más amistosa.

Corrió la silla y se levantó. Caminó en círculos por la habitación, tratando de despejar su mente. Frotando su rostro para desvanecer el color en sus mejillas.

Su corazón no se calmaba.

Es igual a ti. Negó, el fuego crepitante llamando completamente su atención, como si fuera la primera vez que lo aprecia. ¿Qué te impide hacer algo ahora?. Toothless se merecía algo mejor que su raza extinta, debía querer una familia, como es natural.

Salió inmediatamente de su pequeño cuarto de la herrería. El libro yacía solo en el escritorio con las paginas abiertas, esperando a que la tinta se secara para ser cerrado.

El alba en Berk iba aclarando y notó que unas pocas personas comenzaban su día a día con una una mueca. Normalmente el bullicio de los dragones haría el trabajo de despertar a la mayoría, los enojaría, alegraría y les pondría un humor parecido a cuando había fiesta.

Pero no había dragones hoy.

Hiccup alborotó su cabello con nervio. La dragona había dicho que Toothless le ordenó a cada dragón que buscase algo. No dijo qué, pero al parecer era para la mujer albina.

No le gustó. Los berkianos estaban acostumbrados a llevar el duro día de trabajo con sus amigos, los dragones. Un aura de tristeza se sentía en Berk por la falta de ellos. Solo quedaban Toothless y la hembra. Y Cloudjumper, claro.

Eso era. La ausencia de los dragones lo tenía de malas. Sí.

Eso era.


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