No puedo evitar imaginar esta historia en blanco y negro, tal como me imagino en blanco y negro las escenas de las Guerras Mundiales o la vida de Chaplin. Aunque, más que en blanco y negro, me imagino esta historia con esa gama casi interminable de tonos gris bruma que median entre la luz y la oscuridad. Debe ser porque ocurrió hace mucho tiempo, en un Santiago ya desaparecido en medio de la penumbra.
Veo esa penumbra descorriéndose como un velo el día en que, según Emilia, esta historia comenzó. He visto fotos de ella a esa edad y aunque en estas permanece quieta, es evidente que desde su juventud fue el tipo de persona que siempre se está moviendo, que corre para todos lados, que nunca tiene quieta las manos. Así que la imagino trotando por las escaleras, con la boina negra que suele adornar su cabeza en las fotografías arrugada entre las manos, rumbo al segundo piso del edificio, donde la esperaban dos fantasmas.
En otra situación, me dijo, habría andado con mayor sigilo, procurando no alertarlos. Esa técnica no suele funcionar con los Intrusos atados a un lugar, ya que con el tiempo se compenetran tanto con su puntal que sienten cualquier perturbación o presencia ajena por muy leve que sea esta, pero nada se pierde con intentar; eso me enseñó ella. Sin embargo, en esa ocasión no llegaba de improviso ni sin avisar, sino que cumplía con una cita. La cita más extraña de su vida, porque desde que hacía pleno uso de sus facultades como Médium había seguido muchos rastros psíquicos, pero nunca, ninguno de estos, la había llamado desde el otro lado, ejerciendo una fuerza notoria y magnética. Hace dos noches había sido la primera vez, pero el llamado continuó durante las siguientes.
Conocí a Emilia ya siendo anciana, pero no es muy difícil para mí imaginar el nivel que alcanzó su interés y lo poco que demoró en decidir ir al encuentro con el par de Intrusos que la llamaban. De haber sido otros, tal vez la convicción hubiera tardado un poco más. Los que permanecían en el número 1006 de calle Independencia, sin embargo, poseían un encanto especial. Eran diferentes, incluso entre los suyos.
Así que es comprensible que Emilia sintiera una euforia cada vez mayor a medida que subía, obligándola a apretar las manos, arrugando aún más la boina. Ya en el rellano, habrá tenido que concentrarse en tomar aire, para no aparecer ante ellos tan nerviosa como una niña. Si en realidad no somos tan distintos, puedo afirmar que en ese instante apenas era capaz de hilvanar un pensamiento con el siguiente y que el motivo de la llamada de los fantasmas, la verdadera razón de su presencia allí, era algo remoto palpitando en algún lugar de su cerebro. Yo estaba igual la vez que la conocí.
Cuando los latidos de su corazón dejaron de escucharse a la altura de las sienes y sus manos se cansaron de estrujar la pobre boina, avanzó por el pequeño pasillo desde el cual partían tres puertas. Supuso que se trataba de pequeños apartamentos, los que habían sido ocupados por Bruno Figueroa y su familia antes de que este muriera. La puerta del centro contenía la oficina de la agencia de detectives creada por él en 1910; así lo indicaba la ventanilla de vidrio esmerilado que tenía en la cima.
Repitió el rito de las inspiraciones que su madre le había enseñado siendo una niña para combatir los nervios y la ansiedad y que seguía llevando a cabo a veces en su vejez. Lo repitió mientras se acercaba a la puerta del centro y luego al golpear, con el cuerpo tenso frente a ella.
Casi de inmediato, la puerta se abrió con lentitud, como si aquel que la abría aún no se decidiera del todo a hacerlo. Emilia Berríos se sintió escrutada por la tenue la silueta en el dintel.
─Buenas noches... ─murmuró, sabiendo que afuera eran las tres de la madrugada y que el cielo tenía un color azul tan profundo que parecía negro. Dentro del edificio, sin embargo, todo estaba iluminado por una luz mortecina y grisácea que quizás provenía del polvo─. Buenas noches... soy Emilia Berríos y vengo...
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Figueroa & Asociado (Trilogía de la APA I)
ParanormalUna mujer sube las escaleras del edificio abandonado de calle Independencia con la mirada fija en el último piso, donde sabe que se encuentra la oficina de Figueroa & Asociado, la más extraña agencia de detectives privados de Santiago. Ellos tienen...