CAPÍTULO NUEVE: SOMBRA

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Hasta para el espectador más inocente y distraído habría sido evidente la tensión reinante en la oficina de Figueroa & Asociado la noche del viernes, cuando los detectives y los Médiums volvieron a reunirse. Solo uno de estos últimos (Sergio Larraín) estaba sentado, y según Emilia hubiera sido el de apariencia más calmada de no ser por el ceño fruncido encima de sus ojos y por la tensa manera en que tomaba la cámara fotográfica que descansaba en su regazo. Junto a este, en el extremo opuesto de donde la joven se encontraba, Arsenio Marín permanecía de pie. Se mordía las uñas por nerviosismo o ansiedad, o quizás ambas, mientras el pelo le caía por un lado de la cara. Cerca de la puerta, a poca distancia de Emilia, estaba Felicia. Seria como siempre, la Intrusa los miraba a todos a intervalos regulares, incluido a Alonso, quien simulaba indiferencia sentado tras el escritorio con las manos entrelazadas.

—Muy bien... —comenzó este—. ¿Algún avance que quieran compartir con el grupo?

De inmediato, Arsenio se irguió en el puesto. Poco le faltó para adelantarse un par de pasos o alzar la mano como los niños en la escuela. Al menos esa sensación le dio a Emilia.

—Descubrí el nombre de la niña que según los Intrusos del otro día fue el inicio de todo. Se llamaba...

—¿Quién le dio esa información, Marín? —preguntó Alonso, clavando sus ojos en el Médium. La mirada que solía ser amable e incluso risueña, en ese momento era fría y distante.

Al escuchar la pregunta, Arsenio perdió parte de su entusiasmo. Se quedó inmóvil ante la mirada de Alonso. Por su expresión se hizo evidente que había comprendido que no tenía sentido mentir.

—Me lo dijo Luisa Corvalán. La prima de la Berríos.

—Sabemos del parentesco que ambos mantienen, Marín. Lo que no sabemos es por qué deberíamos confiar en lo que nos dice alguien que no pertenece al caso. Es más, alguien que rechazó trabajar con nosotros.

—¿Está insinuando que me mintió?

—Es una posibilidad... —Alonso se puso de pie y con las manos en los bolsillos rodeó el escritorio para acercarse a Marín—. Pero lo que me intriga más es el interés de ella en este caso.

—Lo desconozco, Catalán. Tal vez Berríos sepa algo al respecto. —Arsenio señaló a Emilia, girándose solo lo justo y necesario hacia ella. Esta, muy tiesa en su puesto, solo parpadeó.

—Berríos ya ha compartido todo lo que sabe sobre su prima y, de hecho, se muestra tan interesada como nosotros en la participación que Luisa Corvalán tiene en todo esto. Lo que me sorprende, Marín, es que con lo curioso que es usted no le haya preguntado directamente el por qué de su interés en las muertes de Estación Central y, sobre todo, cómo es que supo el nombre de la niña.

Emilia vio que Arsenio bajaba un poco los hombros, tal vez sorprendido por ese giro. Luego, reponiéndose pronto, volvió a tensarse.

—No me pareció una buena forma de agradecerle su ayuda.

—No me mienta, Marín —dijo Alonso alzando un poco la voz—. Lo conocemos lo suficiente para saber que no aceptaría esa información así como así. Dígame, ¿qué es lo que trama?

—¿Lo que tramo?

—Sí, ¿qué es lo que trama?

—No me diga que no confía en mí, Catalán...

—¿Nos ha dado algún motivo para hacerlo?

Ambos, Médium y fantasma, se observaron en silencio durante unos segundos que para el resto de los presentes en el lugar se alargaron hasta hacerse casi insoportables. De pronto, Emilia sintió el impulso de adelantarse y así lo hizo.

Figueroa & Asociado (Trilogía de la APA I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora