—Supuse que te gustaría saberlo —continuó Luisa y aunque Emilia no podía ver su cara del todo, tuvo la sospecha de que este brillaba debido a la victoria—. Uno nunca sabe cuándo algo así puede serle útil.
Emilia tuvo el impulso de ponerse de pie y obligar a su prima a mirarla de frente. Tal vez borrar cualquier asomo de sonrisa con una cachetada. En su imaginación se vio hacerlo y fue tan real que sintió el golpe en la palma de la mano. Luego volvió de su ensoñación y vio que seguía sentada y que Luisa aún le daba la espalda.
Tragó saliva mientras meditaba en su siguiente pregunta. Habían varias que se le vinieron a la mente: cómo, cuándo, por qué. Al final, se decidió por la última.
—¿Por qué la buscaste?
—En realidad no lo hice. Fue coincidencia. Lo único que tuve que hacer fue unir los hechos. Es una mujer interesante... —Luisa se giró de nuevo hacia Emilia y sacó del bolsillo de su abrigo gris un papel doblado en dos partes—. Por si acaso, te dejaré su dirección.
Los ojos de Emilia no pudieron evitar seguir el movimiento que llevó al papel desde la mano de Luisa hasta la mesa de té más cercana. Cuando volvió a mirar a la mujer que tenía al frente, vio que por fin sonreía del todo.
—De nada, Emilia.
Comenzó a alejarse hacia la puerta hasta que Emilia la detuvo.
—Luisa... ¿quién estuvo en mi habitación el día en que me contaste sobre la muerte de tu padre y cómo lograste que no quedara ni un rastro?
Dijo todo eso con voz monótona, sin emoción. Y tal vez fue eso lo que hizo que Luisa la mirara con real curiosidad. La mujer pareció pensar durante largos segundos si responder o no y cuando lo hizo, estaba seria y distante. Emilia no recordaba si en alguna otra ocasión su prima le había hablado así, sin gestos solapados.
—¿Quién? Eso no es importante. Un fantasma menor. —Emilia contuvo la rabia y la concentró en sus manos. Luisa no solía utilizar la terminología establecida por Ulises Almonacid, sino una propia, la cual era simple y que, a juicio de su prima, un reflejo claro de todo lo que odiaba de ella—. El cómo es más interesante y de verdad agradezco que me lo preguntes. Pensé que nunca lo harías. Supongo que como Cartógrafa no pudiste soportar la ausencia de un rastro por seguir.
—¿Cómo lo hiciste?
—¿Cómo crees que pude hacerlo?
Emilia negó levemente con la cabeza, sin importarle reconocer su ignorancia. Yo estuve a punto de rendirme también así de fácil, pero a veces las mejores ideas aparecen en nuestra mente de un chispazo, como si algo o alguien nos las susurrara en el oído. Mientras escribo esto, no puedo evitar pensar que tal vez yo se la susurré a ella o que ella me la susurró a mí. ¿Pueden dos personas conectarse mentalmente a través del tiempo?
—Como Conjuradora puedes tomar el rastro —murmuró la Emilia del pasado, intentando seguir el curso errático y casi febril de sus pensamientos—, y como Vinculante puedes debilitarlo.
Luisa asintió.
—Muy bien.
—¿Cómo aprendiste esa técnica?
—Hay muchas personas allá afuera dispuestos a enseñarnos cosas nuevas, Emilia. Personas que tal vez debieras frecuentar.
Emilia se puso de pie con lentitud. A pesar de la distancia y de su baja estatura, notó que ella y Luisa estaban niveladas, con los ojos fijos la una en la otra.
—Me pregunto, Luisa, qué precio habrás tenido que pagarle a esas personas a cambio de lo que te enseñaron. Espero que no haya sido un precio demasiado alto.
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Figueroa & Asociado (Trilogía de la APA I)
ParanormalUna mujer sube las escaleras del edificio abandonado de calle Independencia con la mirada fija en el último piso, donde sabe que se encuentra la oficina de Figueroa & Asociado, la más extraña agencia de detectives privados de Santiago. Ellos tienen...