C a p í t u l o 1 6

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Con sus ojos abiertos, pero con su vista aún nublada, Petra sentía en su desvarió que le estrangulaban el cuello con excesiva fuerza. La tonalidad azul que empezó a presentarse en su rostro a medida que el estrujamiento persistía, era un peligroso indicador que alertaba que en cuestión de segundos su cerebro jadeante de oxígeno al igual que sus pulmones, la re direccionarían a una muerte lenta y desesperante.

Queriendo evitar que el último suspiro de aire se le escapara, sus débiles manos intentaron zafar lo que comprimía violentamente su tráquea, pero una horrible sensación de que algo no andaba bien comenzó a perturbarla después de darse cuenta de no haber sentido a nada ni a nadie realizando tal acción, tan solo detectó a través de las yemas de sus dedos algo fuera de lo común en la anatomía de su cuello. Este se encontraba a punto de deformarse por la presión que ejercía esa desconocida fuerza y si permitía que avanzara el tiempo, pronto acabaría al igual que un trapo mojado siendo exprimido.

Sus ojos lagrimeantes; ya imaginándose lo que pasaría después, rápidamente empezaron a moverse fuera de sus órbitas; y en su nubosidad, trataba de encontrar cualquier otra vía de escape desde su limitada posición

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Sus ojos lagrimeantes; ya imaginándose lo que pasaría después, rápidamente empezaron a moverse fuera de sus órbitas; y en su nubosidad, trataba de encontrar cualquier otra vía de escape desde su limitada posición. Sus largas piernas trabajaban junto con las puntas de sus pies por alcanzar un pedazo de suelo en donde establecerse, pero por más que estiraba sus extremidades no encontraba superficie alguna.

Por fin, sus ojos mareados poco a poco se libraban de aquella neblina negra que no la dejaba ver bien. Su vista iba pasando de imágenes borrosas a nítidas y en esa transición un bulto cerca de ella llamó su atención. Fijó su mirada y en cuanto lo enfocó, la chica a la que quería capturar apareció dedicándole una sonrisa satisfactoria y macabra, apuntando su puño hacia ella. Petra extrañada, no la reconoció del todo porque algo había cambiado en su semblante. Era diferente al gatito indefenso de antes. Además, sus ojos tenían un color extraño que desconocía en alguien que portara al Dragón y por más tiempo que permanecía estancada en su penetrante mirada sobrecogedora, hacía que se le revolviera el estómago con violencia y se sintiera nerviosa de alguien a parte de su padre por primera vez en su vida.

Arya ensanchó su sonrisa al percibir su miedo; de repente, soltó su puño, haciendo que sus dedos se extendieran hacia adelante y del área de su mano empezó a emerger una áspera textura negra de apariencia escamosa y de sus uñas nacieron unas largas garras del mismo color, dejando al descubierto una parte del verdadero aspecto de la tenebrosa criatura que la tenía gobernada y empezó a acercarse a Petra.

Ella, al ver qué se le aproximaba con aquella extraña forma en su mano, se esperó lo peor y empezó a mover su cuerpo de manera desenfrenada para liberarse y gritar, pero de su boca solo salían unos gemidos ahogados incomprensibles.

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