Escondida. Arya rozó fuertemente sus ojos con sus dedos para asegurarse de que no estaba imaginándose cosas y volvió a mirar.
Definitivamente era una persona. Un hombre. ¿¡Qué demonios hacía una persona en medio del bosque en toque de queda!?
Parecí...
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- Flashback -
—¡Aryanella regresa en este instante! —gritó con todas sus fuerzas su madre que trataba de alcanzarla y al mismo tiempo agarrarse su panza de siete meses—. ¡Este tema no te concierne!
—¡No dejaré que nos abandone!
Arya gritó para detener a su padre, que ya salía por la puerta con sus maletas.
«¡Por qué nos haces esto! —Repetía mientras atravesaba la sala rápidamente».
Llegando a la puerta de entrada, a punto de bajar las escaleras hacia la planta baja del edificio. Arya se percató de que una figura esbelta, alta, con melena negra, esperaba por él para subir las maletas al carro. En ese momento se paralizó. Una corriente de aire frío recorrió su espalda y sus piernas empezaron a temblar, ya que encontró la respuesta del por qué las estaba abandonando.
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- Un mes después -
—Por favor Arya, no puedes salir después de las cinco. ¡Está prohibido!
—Tranquila Alexandra. Estaré acompañada —le contestó a su madre por su nombre con fastidio—. Estamos en Luna Gibosa y esta capital apesta. No creo que los Stroblack les interese atacar este pueblo.
Luego sonrió con sus labios pintados de rojo y continuó:
—Sería mejor que maten a todos en Vollmont. Donde ahora vive ese bastardo y su perra sarnosa.
—¿Quién eres? —Se sorprendió su madre al escucharla hablar de esa manera—. ¡Tú no eras así!
—Pues, si no te gusta como soy ¡Avísame para largarme también! —Alzó la voz, dándose la vuelta a punto de bajar las escaleras.
—¡Espera!, ¡Por favor, no salgas! —rogó Alexandra cogiéndole el brazo.
—Suéltame... ¡Todo esto es tu culpa! — forcejeaba—. ¡Cómo pudiste ser tan ingenua al dejar que tu esposo aceptará un ascenso que lo mantendría tan lejos de nosotras por tanto tiempo! Cualquiera con tanta libertad puede hacer lo que le da la gana ¡De seguro el bastardo tenía sexo mientras terminaba de hablar contigo por teléfono!
—¡Arya, controla tus palabras! —le exigió con lágrimas, mientras seguían forcejeando.
—Dejame en pa... —Arya no logró terminar la oración, porque al zafarse bruscamente de las manos de su madre, la empujó sin querer escalera abajo.
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