Married life

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Hinata escuchó su voz anunciando su llegada y supo que todo su cuerpo y no sólo su corazón había reaccionado a ello. Incluso cuando le vio abrir la puerta corredera para dejarse ver y que los niños treparan por encima de él, sabía que de nuevo iba a suceder. Especialmente, porque él le dedicó una mirada azulada anunciándole que esperase que para ella también habría mucho amor.

A ojos de cualquier persona ajena probablemente era de esperarse. Eran marido y mujer y al fin y al cabo y con dos hijos corriendo por la casa no podían creerse que jamás se habían tocado. Los niños no nacían de los milagros, por más que algunos quisieran esforzarse en hacer creer eso a los demás.

No.

Hinata podía cerrar los ojos y recordar cada una de las veces en que habían intentado eso. Con Boruto fue la sorpresa. No esperaban quedarse embarazados tan rápido. Himawari si fue más buscada o quizás, esa era la excusa perfecta para encontrarse entre las sábanas, en el baño, contra el armario y...

—¿Mamá?

Levantó la mirada que había descendido hasta sus senos sin quererlo, para clavarla en su hijo, que había reptado por encima de su padre hasta sentarse sobre sus hombros. Naruto estaba inclinado hacia ella y aunque mostraba una sonrisa curiosa, sus ojos demostraban lo contrario.

Porque él sabía perfectamente diferenciar sus tipos de sonrojos o la forma en que se mordía el labio. Por supuesto, su esposa tampoco es que tuviera misterios para él. Y eso le había llegado a preocupar un poco, cuando un tiempo atrás, Naruto empezaba a volver a casa simplemente para descansar y no tuviera ganas de tocarla apenas. Incluso si lo intentaban, terminaba agotado.

Ella había pensado en ese momento que su vida de casados común en la cama había terminado y que iba a tener que resignarse a convertirse en una esposa aburrida y sin más interés en el lecho que en dormir.

Pero repentinamente, Naruto pareció cargarse de energía y poco después, la tomó de mil y una formas posibles, hasta el punto de que tanta intensidad terminó despertando a los niños.

Por ello, tuvieron que ingeniárselas de algún modo.

Lo "difícil" de todo aquello era que su marido parecía volver a ser el adolescente pícaro que había sido después de casarse y antes de tener a los niños. Se las ingeniaba para siempre hacerle recordar cosas que no debía en momentos inoportunos o hacia acciones que la ponían más cachonda de lo que esperaba.

Porque sí, así es como la ponía.

Era escandaloso. Ella, la tímida Hyûga.

¿Es que acaso el resto de mujeres no se excitaban con sus maridos hasta el punto de humedecer su ropa interior y desearlo dentro con todas sus ganas?

Miró a su marido de reojo mientras se sentaba en la mesa con los niños.

No. Ninguna tenía el mismo hombre que ella.

Por un instante se sintió hasta más poderosa que nunca y también muy sexy.

—¿Mamá, cenamos?

—S-sí —asintió llevando el último plato a la mesa.

Al sentarse, Naruto esbozó una sonrisa torcida, cariñosa.

Luego se volvió hacia los niños para discutir con Boruto acerca de quién se comía la primera croqueta. Le parecía encantador en esos momentos, si no fuera porque, como últimamente solía hacer, su mano se dispersó hasta su pecho, fingiendo cubrirla cuando una de las croquetas voló en su dirección.

Todo habría sido más natural para ella si sus dedos no se hubieran cerrado en el contorno y si sus ojos no se hubieran encontrado.

Esa era la nueva forma de Naruto de excitarla hasta el punto de que luego era ella la que pedía más.

Secrets intimsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora