BDSM

4.9K 199 49
                                    

(Aquí utilizo a la Hinata de la película y el Naruto original).

Su respiración era lo único que llegaba la habitación. Sonidos de anticipación a lo que podría llegar. La necesidad de que esto sucediera. Eran atractivo verle tragar. Su nuez se deslizaba masculinamente y le daban ganas de mordérsela.

Mantenía los ojos cubiertos por una venda, pero ella sabía que eran muy azules, electrizantes. Y era lo que menos podía tener a la vista porque creaban en ella un poderoso deseo enloquecedor de poseerlo. Y quería jugar antes.

Aferró la fusta con fuerza y la acercó a su cuello, bajando por sus hombros hasta sus pectorales y ahí, apretó contra un pezón. Erecto, con puntitas. Uno de los anillos se enganchó y tiró con cuidado.

El abrió la boca y gimió.

Bajó más abajo, pasando por aquella tableta que quería comerse a pequeños bocados y lamer. Se encogía en cada respiración y fue sencillo llegar hasta aquel lugar. Llevaba sólo un pequeño tanga que apenas podía contener la erección, cuya punta sobresalía por encima y que, al pasar la punta de la fusta, tembló.

Le dio un suave toque pero firme y de nuevo, su voz se escuchó.

Bajo más, pasando por sus testículos y girando hacia su espalda.

Estaba maniatado, con los brazos en cruz. Su trasero era precioso, de esos que no te importaría estar mirando todo el tiempo o entretenerte en poner figuritas sobre él para ver cuánto tiempo soportaban ahí. O también podías lamerlos y ver cómo las apretaba adorablemente justo antes de que le metieras un consolador en ese hermoso agujerito de pecado.

Sí, adoraba verle sufrir y lo mejor de todo, es que siempre terminaba corriéndose para ella. Adoraba cada gotita de esperma que escapaba de él.

—¿Recuerdas cuál es la palabra, Naruto? —preguntó golpeando el látigo contra una de aquellas hermosas y morenas nalgas. Era precioso saber que adoraba el sol naturalmente y sin ropa de por medio.

—Sí —susurró, retorciéndose cuando volvió a golpearle.

—Bien. Porque hoy estoy totalmente cachonda.

Mordió su hombro, frotando sus senos contra sus costillas al bajar.

—Y quiero jugar mucho.

Lamió la suave y tensa piel.

—Mucho.

Él tardó en responder, hasta que le aferró el pene entre los dedos, apretando la punta.

—Sí...

—Sí, ¿Qué? —ronroneó.

—Sí, ama.

Hinata sonrió.

Quedarse con él y no haberle dejado volver a su época tenía sus recompensas. Y pensaba disfrutarlas hasta el final.

Nota: No he querido alargar este capítulo porque básicamente no tengo conocimiento de este tipo de material sexual.

Cuenta atrás: 3.

Secrets intimsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora