The red scraft

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Debía de estar soñando, definitivamente.

Su marido no podía estar completamente en bolas dando tumbos por la habitación. No. Decir que estaba totalmente desnudo no era cierto: su cuello era lo único que permanecía abrigado.

Y era con aquella bufanda.

La había sacado para orearla un poco y echarle un poco de suavizante para mantenerla, pero otros quehaceres llamaron su atención y no lo terminó. Pensaba hacerlo mañana y cuando subió, agotada por el largo día, se encontró con aquel panorama que no sabía si decir que era maravilloso o no.

Naruto se detuvo de golpe, girándose para verla, con todo el esplendor de su cuerpo desnudo. La bufanda caía por su torso hasta su ingle, cubriendo la parte gruesa, pero remarcando las formas hacia abajo.

Hinata conocía perfectamente qué había ahí pero igualmente no pudo evitar sentirse completamente avergonzada por pensar con todas las letras: Quiero más.

—Ah, Hinata —exclamó avergonzado—. No es lo que crees.

—¿No? —dudó.

Naruto movió las manos en negación.

—No, seguro que no. Verás, yo salía de la ducha y caminé desnudo hasta aquí porque me olvidé la ropa. Cuando entré vi la bufanda y me trajo muchísimos recuerdos y no pude evitar ponérmela. Aunque, confieso, se me fue de las manos y... me puse a jugar, ttebayo...

—¿Por eso esos extraños movimientos? —cuestionó.

Porque la habían parecido realmente raros. Naruto cogió lo que colgaba de la bufanda y sonrió como si de un niño se tratara.

—¡Claro, la trompa! Del elefante —recalcó al notar que ella no comprendía. E hizo el movimiento—. Mira, meneas la cadera así y haces que la bufanda se mueva en el aire, como si fuera una trompa, Dattebayo.

Hinata, quien no podía apartar la mirada de sus caderas, se percató claramente que lo que oscilaba no era sólo la trompa de elefante de la bufanda. No. Había algo más que saltaba y se movía libremente.

Y, joder.

Sacudió la cabeza para despejarse más a sí misma que por él.

—Es ridículo. ¿Verdad? —cuestionó Naruto rascándose la nuca.

Hinata negó, echando el pestillo en la puerta disimuladamente, acercándose a él para tomar con cuidado parte de la bufanda entre sus dedos.

—¿Hinata? —inquirió inquieto por su silencia.

Ella lo miró a los ojos, con las mejillas enrojecidas y demasiado caliente como para corregirse a sí misma.

—Naruto-kun. ¿Podrías hacerme el amor así como estas?

Pensó que a su marido se le desencajaría la mandíbula de cómo la tenía abierta.

—¿Hinata? —tartamudeó. Casi parecía que se han cambiado las tornas entre ellos.

Tiró de la bufanda hasta que su boca apenas quedó a un gesto de su alcance.

—Todo. Hasta del perrito que tanto te gusta. —Naruto asintió interrogativo, como si dudara de eso—. Sí, eso.

Pudo notar que tragaba cuando su boca salivó demasiado. Y también que su compañero de fatigas se estaba formando en una maravillosa erección que empezaba a buscar su muslo.

Bajó la mano lentamente hacia el lugar, por debajo de la bufanda. Marcó con sus uñas su musculatura torneada sobre esa piel caramelo y se deslizó hasta aferrar el pene entre sus dedos, que tembló mientras su dueño siseaba.

—Hinata... vas a matarme.

—Oh, no —retrocedió y él le asió la mano rápidamente, dignos reflejos de ninja—. ¿No quieres que pare? Nunca me perdonaría matarte.

Naruto sonrió de lado, inclinándose contra sus labios para dar un lametón lento y marcado.

—Siempre me arriesgaré a morir así, ttebayo.

Profundizó el beso, tomándola en brazos. El recuerdo de años atrás de ser tomada de esa forma, fue intenso y marcado por un rubor muy diferente al del sexo esperado.

Se aferró a sus brazos, rodeándolo con fuerza.

—Te amo —susurró.

Él se tensó y no por miedo o por incomodidad. Lo conocía bien.

Sus ojos brillaban de emoción y correspondía perfectamente. La puso en pie sobre la cama, abrazándola y besando su vientre con ternura.

Hinata sintió sus dedos tirar de la cinturilla del pantalón y descenderla hasta sus pies. La levantó de nuevo para que se los quitara junto a la ropa interior. Un beso de nuevo y, después, la giró.

Enrojeció. Ella misma había cavado su tumba.

Lo había incitado a ello.

Cuando se inclinó hasta quedar a cuatro patas frente a él, vio un lado de bufanda caer por su costado. No había terminado de tomarlo con su mano cuando él se hundió en ella. Casi perdió el equilibrio y cayó de boca.

Naruto la aferró con fuerza, moviéndose, con su sexo rozando sus paredes y humedeciéndose de ella. Podía escuchar el sonido de sus sexos, de su respiración ronca y cada vez que se movía, la bufanda oscilaba en el aire.

Naruto aferró una de sus piernas, levantándola y girándola un poco para poder llegar hasta su sexo. Antes de que lo hiciera, Hinata ya estaba impaciente y, cuando sintió sus dedos, apenas fue capaz de controlar el gritito que nació en su garganta.

Naruto continuó bombeando en ella, torturando aquel punto y hasta que no explotó y lo apretó como si no quisiera dejarlo nunca, él no paró, vaciándose en ella.

Pero si pensaba que con aquello había terminado.... Es que no conocía a su marido.

Ella había abierto la caja de pandora.

Él iba a cerrarla.

¡Nos leemos en el último!

Secrets intimsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora