Vaso IX

181 43 15
                                        

Como el siguiente día era fin de semana y no tenía que trabajar, se quedó en casa, sin abandonar las botellas.

De hecho, ese día superó su límite.

Y de su cabeza, no salía el responsable de su nuevo martirio.

Geno.

¿Por qué tuvo que meterse en su vida? ¿Por qué le sonreía a él y no a otro?

Era un vicio del que no podía escapar, lo había intentado.

Pero la abstinencia era horrible.

Lo convertían en la persona que siempre quiso evitar ser. La persona que odiaba y que solo el alcohol lo aliviaba.

Miró la botella que tenía en su mano, el día ya estaba oscuro, y no había hecho más que beber.

Todo daba vueltas, hasta llegó ver borroso.

No podía parar de recordar aquel beso que Geno le había dado.

Y no paraba de maldecirse.

Pues no pudo sentir su sabor, solo recordaba el sabor del alcohol.

"...Geno, maldita sea... Sal de mi vida. ¡SAL!"

Con tal exclamación, lanzó la botella al suelo, rompiéndose en varios trozos.

No le importó mojar la alfombra. Ahí en su puesto se quedó, maldiciendo todo, a él, a su vicio, a la bondad de Geno.

Ve la realidad | BlenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora