Vaso XIV

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No había sido tan malo. 

No lo había sido cuando estaba con Geno.

Pero cuando no estaba, sufría demasiado, su cuerpo se agitaba, se desesperaba al no tomar, pasaban días que no tomaba ni una gota, y tampoco es que el albino le diera una botella como la primera vez, ahora solo un vaso, y a rastras debía tomar de a poco.

Una vez se calmaba, podía comer lo que Geno le preparaba.

Ahora se entristecía de haberse negado a que estuviera con él, porque extrañaba ver su rostro, su sonrisa... Extrañaba ese rubor que pocas veces podía ver cuando lo avergonzaba apropósito en el trabajo.

Y más de una vez, se le pasó por la cabeza el beso de hace un año.

Ni recordaba la sensación, menos el sabor que ni pudo probar.

Pero sabía que Geno aprovechaba que no podía quejarse, pues su presencia le aliviaba, más cuando él se hacía el dormido, y sentía cómo el albino se acostaba a su lado, solo para acariciar su rostro, pasar sus dedos por su cabello peinandolo. 

Joder. Se repetía. ¿Por qué no pudo ser una persona normal para poder besarle y amarlo como merecía?

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