Vaso IV

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Aun así, había un joven en el trabajo que estaba interesado en su vida.

No podía negarlo, más de una vez se había quedado atrapado en su sonrisa.

Pero no podía traerle sus problemas.

No podía.

Él no merecía tener que soportar su vicio. Nadie lo merecía.

Pero, Geno, el bello joven quien trabajaba en la oficina de al lado, siempre le saludaba cuando uno llegaba, siempre se despedía cuando uno se iba.

Y obviamente cuando tenía la oportunidad, seguía el gesto, porque no podía preocuparle, no podía incluirle.

No quería...

Que le quitara su vicio y dañarlo.

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