Promises [rolleigns / ambreigns]

9. Una verdad hiriente

Dean había ofrecido su habitación para que Roman y el Dr. Angle hablaran. El omega había aceptado su amor por Roman, pero al ver la desesperación del doctor Angle y todo lo que había vivido con Seth en el consultorio, también había aceptado que sus sentimientos eran imposibles.

Pero eso no haría desaparecer sus sentimientos. Y sumado a todo esto, estaba el dolor de sus recuerdos. La imagen de su vida se veía sombría.

No es como si alguna vez hubiera visto una luz al final de mi túnel.

Dean suspiró, apreciaba a Seth y sentía que tenía que proteger al cachorro que Seth llevaba, sin importar cuánto amaba al padre de ese cachorro. En ese momento Dean tomó una decisión.

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Roman y Kurt estaban solos en el apartamento de Dean. El doctor se agarró la sien. Todo este caso era tan complicado, especialmente por las cosas que Roman y Seth escondían.

Roman miraba los exámenes. Todo estaba explicado en detalle y el alfa sintió que no podía respirar.

—Pensé que Seth estaba enfermo por la ausencia del padre del cachorro, pero esto también habría complicado la salud del cachorro... y el bebé está sano, está perfecto. Sin embargo Seth...— El doctor no sabía que decir.

Kurt miró a Roman con toda la seriedad del caso. Esperando a que Roman dijera algo, pero el alfa continuaba en silencio.

—Roman, necesito saber la verdad. Según esos exámenes, todo el sistema de Seth está colapsando, pero es imposible que este nivel de daño fuera causado por el embarazo o por ser rechazado por su alfa... ¿Acaso Seth tiene una enfermedad extraña? Y tiene que ser una muy extraña, porque este nivel de daño es algo que nunca antes había visto.— El Dr. Angle quería entender lo que Roman y Seth estaban escondiendo.

Pero el alfa continuaba callado. Fue entonces cuando el doctor gruñó, empujando a Roman contra la pared en una acción muy poco profesional.

—¿Quieres verlo muerto? Tal vez aún podamos salvarlo, ¡pero necesito la verdad!— Kurt estaba furioso. —Dices que lo amas, pero él se está muriendo a tus pies y ni siquiera me das una pista para ayudarlo. ¡No lo amas! Si no te importa si lo pierdes, entonces ¡no lo amas!

—¡No quiero perderlo!— Roman dijo tan desesperadamente como el doctor.

Roman respiraba con dificultad, era hora de enfrentar la verdad, confiar en alguien, contar el secreto que él y Seth escondían. No había salida, el silencio era tan peligroso como decir la verdad.

Román respiró hondo. —Seth vivía en la casa junto a la de mis padres. Él vivía con sus tíos porque sus padres murieron en un accidente y ellos tuvieron que hacerse cargo del niño. Pero fue una obligación que le hacían pagar caro día a día. Yo siempre lo miraba desde el patio de mi casa. Odiaba la forma como lo maltrataban. Por lo que empecé a cuidar de él de la forma en que podía.

Kurt se tranquilizó un poco al ver que Roman estaba empezando a hablar.

—Seth siempre era tímido y muy dulce, no tenía muchos amigos y sus primos eran unos desgraciados, así que lo único que le daba alegría era hablar conmigo. Cuando Seth cumplió 16 años, me di cuenta que él estaba muy enamorado de mí. Y yo adoraba estar con él, quería protegerlo, cuidar de él. Pero realmente no sabía si era un profundo cariño o quizás atracción.

—Mis padres eventualmente se dieron cuenta de mi cercanía con Seth y ellos querían otra clase de omega para mí por lo que me enviaron a estudiar a una universidad en otro estado, pensando que yo lo olvidaría. Sin embargo su plan no funcionó porque el estar lejos de él me hizo darme cuenta de cuales eran mis sentimientos por él. Cada día que estuve lejos de Seth fue como morir un poco. Yo ya no quería nada más que tenerlo conmigo, mi cuerpo y alma clamaban por él y entonces supe que él era mi omega. Así que al terminar el semestre volví por él, dispuesto a pedir su mano. Sin embargo cuando regresé me di cuenta que mi Sethie ya no era el mismo. Parecía enfermo y deprimido y pensé que tal vez se debía a los cambios... ya sabe... los cambios que sufren los omegas. Seguramente ya había tenido su primer celo, ya tenía 17 años. Realmente no me atreví a preguntar.— Roman tragó saliva. —Una tarde, noté marcas en su cuello, en sus brazos y muñecas, marcas de agujas.