Capitulo 17: Mas bebes.

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Al día siguiente cuando por fin me dieron de alta, decidimos no interrumpir la luna de miel. Ya que queríamos disfrutar de nuestra pequeña todo lo posible antes de mostrarla a la manada. Y también disfrutar de la soledad. La bebe dormía todo el día y por las noches solo lloraba para que le diera de comer. Habíamos improvisado una cuna en medio de nuestra cama, ya que no queríamos despegarnos en ningún momento de ella. Tenía miedo de como la manada reaccionaria con el nuevo miembro. Mi madre estaría extasiada de que por fin fuera abuela a sus casi 53 años.

Una semana después decidimos que ya era hora de regresar a nuestro nuevo hogar. Era una casa de ladrillo pintada de blanco con un porche con sillones de madera y los cojines blancos. Tenía 5 habitaciones y cada una con un baño.

Un par de días antes de irnos le llame a Abby y a Jake para darles la noticia y que me ayudaran a conseguir cosas para Willow. Los dos muy emocionados y felices aceptaron. Estábamos parados enfrente de la puerta de mi madre.

-Toca amor, ella te ama- yo lo sabía, pero es que en serio estaba muy nerviosa. Después de un par de toques y de esperar unos segundos la puerta se abrí mostrando a mi madre en bata y con el cabello en una simple cola de caballo.

-Cassie, Scott- dijo recorriéndonos con la mirada -¿pero que ha...?- no pudo terminar con la pregunta ya que las lágrimas que salían de sus ojos al ver la cobija rosa que tenía envuelta en los brazos -Oh Dios mío- exclamo poniendo un mano en su boca por la sorpresa al quitar la manta de la carita de Willow -Cassie es hermosa- le tendí la bebe a Scott para lanzarme a los brazos de mi madre.

Después de hacernos pasar a la sala, me pidió, a con lágrimas en los ojos que si podía cargarla, y yo más que encantada se la di -Pero ¿cómo?- con un simplemente encogimiento de hombro de mi parte le dio a entender la situación.

Un mar de lágrimas después decidimos marcharnos antes de que cerrar mi madre me llamo. Subió corriendo a su habitación y cuando regreso traía un sobre en las manos -Toma es de tu padre- me dio un fuerte y cariñoso abrazo, susurrándome al oído -ábrela cuando sea el momento correcto. ¿A qué se refería? ¿Cuándo seria el momento correcto?

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Willow crecía sana y fuerte. A sus dos meses de vida era toda risa y con esos enormes ojos verdes era una coqueta. Scott la amaba y nunca la dejaba sola la traía de un lado al otro complaciéndola en sus caprichos.

Recuerdo que una noche llegue tarde después de un recorrido me encontré con la televisión encendida y cuando fui a apagarla me percate que mi esposo estaba profundamente dormido en el sofá de cuero negro, con Willow también dormida en su pecho. Me quite los zapatos y me acorruque junto con ellos poniendo el brazo de Scott alrededor de mi cintura sin despertarlo y acaricie el pelo de mi hija hasta dejarme llevar por Morfeo.

Después de la llegada de los gemelos, Robert y Liam, la alegría fue mayor en la familia y la manada. Ambos con el cabello negro lo único que los distinguía eran los ojos esmeraldas de Robert y los ojos grises de Liam.

Mi vida era todo lo que siempre había deseado. Un esposo simplemente maravilloso. Tres hijos por los que daría la vida una y mil veces.

Willow y Tyler se amaban eran inseparables. La primera vez que se vieron, en una reunión de la manada, para festejar el nacimiento de los cachorros de ese año.

Willow le había quitado un peluche de los brazos, y Tyler se había puesto rojo como un tomate de lo enojado que estaba. Mi pequeña al ver como el niño lloraba a su lado le dio un pequeño beso en la mejilla haciendo que dejara de llorar. Este le devolvió el beso pero en la boca. Haciendo que todos los presentes estalláramos en carcajadas. Los gemelos también encantados con Taylor, la niña de cabello rubio y ojos azules de Jake y Abby.

Scott y yo habíamos decidido, que nuestros hijos no serían educados en casa, al igual que yo, irían a la escuela y tendrían la carrera que ellos quisieran. Así que el primer día de clases los cuatro. Abby, Jake, Scott y yo. Llevamos a los cinco niños a su salón de clases. Al final del día, todos estaban muy contentos y preguntaron si podían asistir al día siguiente y al siguiente. Y al saber que así seria, soltaron un chillido tan fuerte que las personas al rededor nuestro se nos quedaron viendo.  


Luna de cristal. FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora