VI

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Izuku mira el número en la pantalla de su celular con indecisión, escucha el bullicio tras suyo, está prácticamente en la intemperie con el helor del vendaval martirizando sus músculos y a pesar de aquel frío nocturno que zambulle hasta su abrigo, está ahí parado, sintiendo el vértigo por culpa de la deriva tortuosa, y todo por un simple número, por una simple persona, por una colosal confesión, por las ansias que esconde de querer verlo pronto.

El día que concluye transcurre inmerso bajo la cautela del ocaso magnánimo, seduce la negrura, trae consigo lo mustio del vahaje, y la hojarasca rota sin dirección precisa, a pesar del cálido asomo que subyace aún en medio del fresco clima, siente que necesita una bufanda, que necesita algún soporte alejándolo de aquel atelido anochecer, está afuera de la agencia donde trabaja, la sombra casi diluida de la arquitectura desvanece a los pies de su propia silueta, y el contorno de los segundos apresura su cobardía. Juega ociosamente con el borde de su abrigo, y su ceño fruncido delata su incertidumbre e indecisión.

Suelta un suspiro rendido, y su pulgar qué con riesgo intuye el botón de llamada, finalmente (en medio de aquel arrebate de coraje) aprieta el botón con decisión.

Con las manos temblando dirige el celular a su oído, escuchando los lentos y tortuoso tonos de llamada, el pitido grave y purulento en su mero ocio.

—¿Qué?

La respuesta brusca no le ofende, pues, ya sabe cómo es el en cuestión, si es que antes temblaba de forma ínfima, como la hojarasca desdichada sobre el asfalto, ahora temblaba como si la distorsión del reflejo de la luna sobre las pupilas de los lagos fuera. Su voz acaricia su oído con gusto, y más allá de aquel sentimiento denso, también la culpa siembra sus helechos ponzoñosos bajo su conciencia, tal que enreda en su pecho y le hace temer en medio de la duda.

Estaba a tan poco de llamarlo por aquel apodo, aquel que siempre le ha reservado, sus labios están a nada de fallarle y delatar su anhelo, hasta que se le interrumpe.

—¿Quién mierda es? —insiste.

Izuku aprieta los labios en una fina línea, y cuelga la llamada, arrepintiéndose.

Katsuki llegaría, mañana.

Por lo tanto, esa semana de espera había sido tan extraña, tan confusa y turbulenta que aquel impulso repentino no fue más que un intento desesperado de poder hallar aunque sea un remedio al próximo diluvio.

Era exasperante porque esa semana, muchos dirigían una notable preocupación hacia él y Yukio, sus amigos incluso se atrevieron  a preguntar sobre sus próximas decisiones, su madre curiosamente únicamente le insistió una vez al respecto.

"Conoces mi opinión, hijo, confió en que sabrás qué hacer y que no actuaras de manera impulsiva"

Yukio últimamente se había pasado pegado a una curiosa bufanda color crema que según su madre una amiga suya le había regalado a su hijo, cosa que le pareció extraña, pero al ser algo bastante banal, decidió no tomarle mucha importancia.

Tan solo era una bufanda.

Y aunque le pareció curioso Yukio tampoco continuo insistiendo sobre su padre, parecía guardar un secreto, uno que desconocía, y aquel hecho de algún modo le disgustaba en demasía, pues no tenía un buen presentimiento sobre ello, por otro lado esto también le ayudó a poder pensar con la cabeza fría y no sentirse tan saturado en cuanto a todo lo que orbitaba entorno a Katsuki.

Far away - KatsuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora