En los hospitales frecuentemente suelen haber una gran cantidad de dramas, algunos cómicos, a veces algo alegres, otros demasiado intrigantes, y mayormente trágicos. Es normal, es sitio donde culmina la
Muerte y la vida, es donde las malas y buenas noticias nacen y suenan con un eco de estrépito.Es una de las razones por las que Inko Midoriya había tratado de no traer consigo a su nieto, ese día, las malas auras desafortunadamente se verían incluso más saturadas.
Sin embargo, jamás imaginó con que ahí se encontraría con Bakugo Katsuki, con el padre de su nieto, aquel que no sabía en lo más mínimo de él, aquel que se supondría nada debería saber hasta aquel día. Aquel que miraba con gran desconcierto al hijo que no conocía, aquel que tenía cada aspecto suyo, a excepción de las pecas en sus mejillas, lo cual era un aspecto que provenía de quién solía disfrutar llamar como "madre" a pesar de que Izuku se lo reprochara.
En ese momento, lo primero que quiso hacer Inko fue salir corriendo, ocultar al niño tras suyo, reír incluso del nerviosismo que había acalambrado sus huesos y el inevitable asombro, pero no hace nada más que quedarse perpleja, viendo el rostro extremadamente confundido de Katsuki, tan cercano a explotar en medio de la duda ejercida, de los sentimientos que se revuelcan a montones.
Regresa del limbo en cuanto siente a Yukio mirarla confundido y extrañado ante su gesto de haber afianzado aún más el agarre entre sus manos, miro a su abuelita en medio de un nerviosismo que él no alcanzaba a comprender, Inko a pesar de la situación, no puede evitar sonreír con cierta ternura, al notar que la mirada confundida del pequeño, es idéntica a la que posee su padre en aquellos instantes; pronto logra recomponer la compostura, Yukio ve como torna su mirada a una mucho más segura, aún sin comprender la observa, y posteriormente a las demás personas presentes.
—¡Tia Uraraka!
Sin embargo, El Niño parecía acostumbrado a aquel repentino deje de intriga cuando a veces hacía acto de presencia, entonces le fue más sencillo aventurarse a algo incluso bastante simpático, lo cual fue correr a los brazos de Uraraka, a quien tanto quería y apreciaba.
—Hola, Yukio —ella le dijo con sumo cariño, abrazando al niño y cargándolo entre brazos, forzando su mejor sonrisa, pues la noticia reciente se mantiene fresca, y es peor cuando Yukio, aún sin imaginarse tan siquiera algo de lo que sucedía, sonreía radiante, con su actitud explosiva pero dulce.
A pesar de que el pequeño se percata de sus ojos hinchados y rojos posteriores al reciente llanto, no dice nada al respecto, pues supone es algo complicado, los temas de adulto de Izuku siempre le ha dicho que debe respetar y mantener discreción al respecto, intento ignorar el hecho demostrando su emoción como si jamás amainara, a pesar de sospechar por el deje taciturno que estaba en los demás, se atrevió a preguntar.
—¿Y mamá? —preguntó inocente—. ¡Le he hecho un bellísimo dibujo y ya quiero que lo vea! ¡Además saque 10 en el dictado que Kaede-san nos hizo hoy! Quiero que vea que he mejorado, tía.
Uraraka apretó los labios en una fina línea, sintiendo el nudo en su garganta cada vez más perjudicial ante las lágrimas que aún se esmeraba por guardar, pero se mantuvo fuerte, aunque callada sin saber qué decir, sintiendo entonces una mirada pesada persiguiendo cada uno de sus movimientos, la de Katsuki, quien no dejaba de ver al niño, sin saber tan siquiera cómo reaccionar.
—¿"Mamá"?—cuestionó, sin entender qué sucedía, Uraraka tiembla de ansiedad en su sitio, aunque de manera casi imperceptible—, ¿es hijo de Deku?
Hay un silencio largo e incómodo que envuelve el ambiente, y Yukio mira a la dirección donde la siente palpitar con la más viva de las purezas, encontrándose con una mirada que pareciera ser el claro reflejo de su propio atisbo, solo que esta vez, un espejismo que posee soledad, desolación, una ligera fe que amenaza a disiparse, como arena ofrecida al temple de la marea inestable, como un reflejo tan inmerso en la solemnidad que no es certero, es un mirar que posee el rescoldo de todas las brasas que ha culminado, un escarlata iracundo que le hace pestañear en medio de la intriga, de la indecisa curiosidad, porque a pesar de la beatitud moribunda ahí aglomerada, percibe algo familiar, algo que resulta evidente para otros; como si lo obvio fuera tan mudo, pero tan mudo, que la voz de sus protestades no fuese necesaria.
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Far away - KatsuDeku
FanfictionTodos tenemos secretos, el tamaño y severidad en cada uno depende del tiempo en el que se cohibe en los labios, depende del tartamudo temor que oscila sus sílabas, del peso que olisca el porvenir y las mentiras susurrantes. Izuku comprende esto porq...