XVII

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Él no recuerda con mucha valentía esos días de pijamada en los que sufría terribles pesadillas.

Por eso, para él, es un poco agridulce verse a sí mismo, de pequeño, sollozar por culpa del terrible miedo que le atormentaba esas noches y era incapaz de ir con su madre.

Primero que nada, porque no estaba en su casa, segundo, le daba vergüenza, y tercero, también le daba algo de temor abandonar las cobijas. Presentía que al momento de abandonarlas, los monstruos se le abalanzaran, ahora sí lo piensa, era muy absurdo, porque, un monstruo no esperaría a que abandonaras tus frazadas para atormentarte.

En fin, esas noches eran las más crueles, y muy seguramente, habrían Sido las más eternas si Kacchan no hubiera estado ahí a su lado.

Usualmente Mitsuki ponía el colchón donde dormirían a un lado de la cama de Kacchan, y esas noches, ella siempre obligaba a su hijo a cederle el lecho a él, hasta que Katsuki siempre cumplía, bastante resignado, pero cumplía.

Izuku no sabe cómo detener estos recuerdos, no sabe cómo escapar de esa oscuridad tan intensa que lo rodea, no sabe ya qué hacer ante el dolor que oprime su cuerpo. Parece que a veces no puede hacer más que aceptar volverse observador de su propia vida, y el hecho de sentir un final es algo que le frustra y desespera de mismo modo...

Porque, cuando todo se acabe ¿Qué? ¿Se cumplirá el mito de la parca tocando su puerta y yendo por su alma para un supuesto descanso? ¿De verdad todo ahí se acabaría?

No puede. Simplemente no puede.

Necesita volver, porque se ha esforzado mucho, porque no quiere que todo esto acabe de este modo, porque la gente lo necesita, porque su mundo lo necesita.

Yukio lo necesita.

Quedarse en espera del destino no es una opción. Pero parece que han pasado meses y meses, gritar a la nada casi le quita la voz, golpear las paredes de la nada con su poder tampoco, incluso se atrevería a decir que nota el One For All tan débil que recurre a ceder a alguna fuerza demasiado absurda, y que está comienza a desampararlo; sabe que es ridículo, pero de verdad así se siente, no puede confiar justo ahora en él; por lo que decidió correr por los lados, buscar respuestas en los lazos de una fogata, y nada de nada sirve, lo único que parece cambiar es que por cada recuerdo vuelto a ser visto, la obscuridad se adorna con una nueva estrella, que crea un horizonte más y más amplio. La fogata crece y crece, y cada maldita cosa se vuelve mucho mas incomprensible que antes.

Ahora, el recuerdo es suyo y Kacchan, de esas bonitas pijamadas que empezaban en trágicas pesadillas con feos monstruos y acababan con una tierna calidez.

Esas noches, justo como hace ahora, esperaba observando la habitación completa, contaba los muebles, los juguetes, las pegatinas fosforescentes de estrellas sobre el techo, contaba sus latidos, miraba los diseños de las sábanas y la cómoda almohada. Miraba sus palmas como algo interesante esperando el sueño devuelto, pero la inquietud siempre era persistente.

Una necia de mucho cuidado.

Al final para él era imposible evitarlo, y sucumbía a la necesidad retenida de hacia muchos instantes de la noche pasados.

—Kacchan —llamaba—. Kacchan.

Kacchan siempre se levantaba, un poco molesto, abría sus ojos, e Izuku apreciaba como nunca ese par de joyas carmín que destacan sobre sus rasgos en la oscuridad. Sonreía tímido, y Kacchan ya se imaginaba lo que le diría.

Far away - KatsuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora