VIII

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Las alarmas sonaban con incesante desespero, la ansiedad corroía sus pensamientos, su jornada estaba próxima a finalizar, algunos villanos astutos pero no lo suficiente traspasaron en el transcurso del día como algo rutinario, algunos locales amenazados, calles apresadas bajo el filo de aquellos ladrones alzando el estruendo de las sirenas policiacas tras sus pasos y un día más seguro que aseguraba un mañana más brillante. Hacía algunos minutos había llamado a su hijo y madre para invitarlos a ver una película, y finalmente se había decido por buscar a Katsuki, para invitarlo a cenar y conversar en cuanto tuviera la oportunidad de verlo, por ejemplo, en aquella cena que se había organizado para los héroes dentro de tres días, le citaría a un restaurante y llevaría a Yukio consigo, siendo que todo parecía en orden.

Incluso ya anhelaba las frazadas de su lecho ante el cansancio que sentía, y por supuesto abrazar a Yukio.

Así era, hasta que lo que parecía una onda de gran magnitud fracturó gran parte del centro de la cuidad y el terror escaló hasta volverse un faro lúgubre en plena ciudad.

Izuku no comprendía lo que sucedía, no comprendía a qué se debían aquellas ondas que culminaba de todas partes, aunque conocía aquellas llamas azules extraviarse al cincel del horizonte, el resto del escenario le resultaba misterioso en cierto grado, creándole una gran variedad de incógnitas.

Esto definitivamente se vinculaba con los datos recientes que suponían era una organización que trabajaba con un incremento absurdo de poder, la información seguía inconclusa y habían muchos absurdos que no lograba conectar para poder explicar lo que estaba sucediendo.

Soltó un suspiro que no pudo evitar, sonara tembloroso, apretó sus puños con fuerza, y es que aquellas ondas paulatinas desgarraban con tanta fuerza el entorno que lograba aturdir a cualquiera por algunos segundos.

Parecía que quería desgarrar hasta la muerte, parecía que sin conformarse con la gran cantidad de arquitectura colapsadas no bastaba, rebuscaba los cimientos, estrujaba la tierra con desdén hasta crear hediondos senderos, era como una fruta, que perdía su tierna cascara, creando estribos en el néctar, parecía querer pudrir todo desde el núcleo, incluso queriendo desaparecer este.

Pidió que su familia se encontrará bien, que Yukio estuviera a salvo con su madre.

El polvo se alzó con más fuerza, escucho fuego tras suyo y hielo, motores que parecían toser ante el esmero, algo tras suyo sucedía, un estruendo feroz retumbó y entonces lo vio; vio a Tomura expectante, parecía esperar algo, a alguien, mientras las ondas parecían arrastrar a todos excepto a él, viéndose inmune, tanto que parecía incomprensible, su mirada enfermiza, opaca como el iris de un pez se posó sobre suyo, y la rabia de su sombra carcomía hasta la penumbra misma con desvaríos bajo los arrabales soeces.

No espero mucho más, y se aproximó con decisión y velocidad a su encuentro, suponiendo al instante que él era el causante del caos arrasando la ciudad, algunos a su vez le miraban con esperanza y algo de tranquilidad, pues, el héroe número uno, el sucesor del símbolo de La Paz ahí se encontraba, como un rayo de luz que aunque vulnerable entre la hambruna de la lobreguez, era tan vital como el latir de un corazón mismo.

Arrasó contra los villanos próximos, quitándolos del camino como una flecha volar con precisión a un dirección, cortando el aire con la rapidez de un chasquido, Dio el primer golpe, que tambaleó una onda más que retrocedió ante su golpe que pareció impactar hasta la brizna invitando el frío voraz, congelando sus músculos.

—¡Midoriya! —el grito de Shoto retumbó entre el caos, y junto al polvo un bloque grueso de hielo se alzó, bloqueando un golpe que atentaba contra el equilibrio de Izuku, agradeció con su mirada a su amigo quien continuó por lanzar una impetuosa ráfaga de carburante fuego.

—Pronto ya no quedará nada —habló Tomura mientras miraba a Izuku de tal forma que el aura pesada que poseía alcanzo a calarse a través sus músculos, como si sus huesos se tornaran plomo y la lentitud de sus acciones resultara ineludible, la mirada profunda y desquiciada abismaba hasta el ya nulo leve Tono azulado del cielo nocturno, Izuku sabía que sus amigos estaban ahí para ayudarle a librar batalla, pero parecía que ahí, en esa lucha estaba tan sólo él y Tomura, pues este tan solo parecía enfrascar su daño en él, parecía ser él el único oyente de su cinismo—. No quedará ni rastro de lo que amas.

Sus manos aproximaron hasta su cuello, mientras otra onda aturdía sus sentidos, provocando desatino en sus golpes, provocando que la impotencia dominará su mente al verse tan... débil.

No comprendía porqué sentía su cuerpo como si sufriera de una droga que adormecía sus sentidos de tal modo que los sonidos creaban ecos eternos y su vista veía de manera traslúcida hasta confundir el vacío, siendo las crudas palabras las que resonaban con asquerosa claridad en su mente, tembló un instante, tan solo un instante porque pronto, recobró la ímpetu al ver a muchos de sus compañeros caer, y entonces volvió a atacar.

Pero fue tarde, pues Tomura ya había tomado su cuello.

—Ni siquiera quedara testimonio de que tú hijo alguna vez existió.

Sus ojos se abrieron con gran asombro, y está vez, si tembló, tembló con el más puro terror que recordaba haber tenido jamás, tartamudeo, y aquella primera muestra de pavor que brindó a Tomura, bastó para hacer que cayera en la trampa que le habían tendido, apretó sus dientes, sus puños, gritó intentando deshacerse de su agarre en su cuello, donde comenzaba a sentir como un líquido exploraba su sangre, provocándole un ardor delirante, que además parecía aferrarse donde su mandíbula; luchó, pero el sopor lo inundaba con peligro. Lo poco que le sobraba de conciencia lo concreto en más ataques que acababan siendo débiles, que resultaban ser en vano.

Entonces, una gran explosión se escucho por todo el lugar, las ondas cesaron abruptamente, intimidadas, el suelo entero tembló con escalofrío y la penumbra se adornó con los rastros de ceniza ardiente.

—¡Deku!

Su voz.

Lo vislumbra en la lejanía acercándose con tenebrosa determinación, villanos de mediocre poder caían, Kirishima parecía ayudarlo mientras Kaminari ayudaba a los demás en sus batallas, y Sero ayudaba con el rescate a los civiles. Izuku ve a Tomura destornillarse en inmensa rabia y él aprovecha dicha distracción para propinar un buen golpe y deshacerse de su agarre, sintiendo que cae al vacío, con el viento comenzando a crispar al ras de sus oídos.

—¡Deku-kun! —a penas alcanza a oír la voz de Uraraka quien amortigua su golpe y se mantiene a su lado, pero su voz y presencia le es casi nula, pareciera que tan solo es un muy lejano eco.

Sintiendo aquel líquido en su cuello ir rápidamente por su cuerpo, como torrentes de ponzoña, viendo con mirar perdido como cientos de explosiones retumban por el demacrado lugar, logrando teñir la oscuridad con esperanzadora luz combatiente, con un refulgir cegador que trajo insólita sosiega

No sabe cuántos minutos, u horas pasaron, tan solo recuerda aquella calma y devoción, la beatitud y el cesar de las ondas con su voz, sintiendo como Katsuki lo tomaba en brazos y escuchando como le pedía que se mantuviera con él...

Entonces todo volvió a tornarse oscuro.

Far away - KatsuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora