doce

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– Jimin me odia. –se lamentó una vez más mirando como los cubos de hielo navegaban lentamente en su bebida.

Namjoon vació de un solo trago su botella de cerveza antes de contestar: – Está en su derecho, el que lo cago fuiste tú.

El más pálido dejó salir un pesado bufido, dejándo caer su cabeza sobre la mesa.

– Si no vas a hacer tu trabajo como mejor amigo y consolarme, te puedes marchar, ¿sabes?

El más alto rodó los ojos y sonrió suavemente.

– Yoongi, muy amigo tuyo seré pero no me parece justificable lo que hiciste.

– Han pasado siglos. –se defendió comenzando a golpear su frente contra la mesa.

– Fue hace solo un mes y tres días. –estiró la mano deteniendo los golpes que se daba su amigo en la dura superficie.– No hagas eso, te dañarás.

– ¿Cuánto tiempo crees que se demorará en perdonarme?

– ¿Alguna vez has escuchado la metáfora del plato roto?

– Jimin no es un plato.

– Me refiero a su corazón, Yoongi. El corazón de cualquier persona es tan frágil como un plato, una vez lo rompes ya no hay vuelta atrás. No tienes como repararlo.

– Namjoon, estoy desesperado –dijo escondiendo su rostro entre sus manos en un vago intento por impedir que el dolor en su rostro sea visible–. Aún lo amo a más que a cualquier cosa en este mundo.

– El daño está hecho, –suspiró– y ni por mucho que intentes arreglarlo sanará.

Yoongi no sabía si era el alcohol o quizás la frustración acomulada al no sentir apoyo por parte de algunos de sus amigos. Pero de pronto sintió como todas las emociones en su interior explotaron queriendo salir todas juntas a la vez através de sus boca y ojos.

– ¡Maldición, lo sé! –exclamó llamando la atención de algunas de las personas del bar.

– Shh, baja la voz. –intentó callarle.

– Todos, absolutamente todos me lo recuerdan, incluso tú. No hay nada más de qué hablar en la oficina, en la casa de mis padres, en la de mis tías, en las fiestas de mis amigos. Es frustrante que me echen en cara cada dos por tres mi error.

Namjoon abrió los ojos un poco sorprendido, nunca pensó en que alguna vez sentiría lastima por su mayor al verle tan destruido con los ojos totalmente rojos y lagrimeantes, con los dientes apretados y los labios tiritando.

Al verlo así el más joven se sintió el peor amigo del mundo, había estado tan concentrado en tratar de distraerlo, sacándolo a beber, restándole importancia a la situación, dándole razón y explicación de las acciones de Jimin que olvidó por completo empatizar con su mejor amigo. Olvidó escucharlo, servirle de apoyo y contenerlo cada vez que este lo necesitara, así como en su tiempo lo hizo Yoongi con él cuando Jin lo dejó por perder la casa en un estúpido juego.

– Yoongi, vamos amigo. No es el fin del mundo.

El nudo en su garganta era tan grande que apenas dejaba salir las palabras.

– Para mi si lo es. La relación que tenía con Jimin lo era todo para mí.

– ¿Y si así era por qué lo engañaste?

– Porque no sabía que él era indispensable para mi vida hasta que lo perdí.

Dear Jimin |›Yoonmin‹|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora