diecinueve

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Un día hermoso sin caber a dudas, un día en que debería ser ilegal derramar lágrimas, pero si fuera así la gran mayoría de las personas en aquel parque del recuerdo caerían tras las rejas.

En especial una hermosa y canosa mujer que caminaba a pasos lentos hacia el podio.

Ella tomó con manos temblorosas un papel con pequeños apuntes que había escrito la noche anterior, pero las lágrimas de sus ojos le dificultaban leerlo, así que arrugando el ceño botó el papel.

Los sollozos que reinaban fueron callados por su suave y cansada voz.

»Primero que todo, quiero agradecer a todos los que asistieron para despedir a mi hijo.

Sé que la noticia los tiene igual que a mí, shockeados, abrumados, tristes...

La verdad es que aún no puedo creer que todo esto esté pasando.

Me gustaría creer que todo es un mal sueño y que un Yoongi de cinco años vendrá corriendo a despertarme porque los ladridos de los perros del vecino le aterran.

Aún me niego a esta realidad, quisiera ser yo quien está en ese cajón.

Desde pequeña he escuchado que una madre jamás piensa vivir más que sus hijos y tienen razón. Es una pesadilla, se los aseguro.

Se me hace imposible no mirar el álbum de fotos y recordar cuando aprendió a caminar, su primera palabra, cuando me decía que quería ser astronauta como Buzz Ligthyear, o cuando, ya más adolescente, llegaba ebrio de las juntas de sus amigos y me decía "no estoy mucho curao".«

Se detuvo sonriendo débilmente en dirección a Namjoon y Hoseok, quienes de igual forma le devolvieron la sonrisa.

»Yoongi siempre fue un caso, aún recuerdo cuando tenía seis años y llegó enojado de la escuela diciendo que una niña lo había besado.

Me sorprendí mucho por su reacción y le pregunté por qué estaba tan molesto y él, muy inocentemente, me dijo "Es que ahora tendremos un bebé y tendré que hacerme cargo de él, ya no tendré tiempo para jugar con Namjoon y Hoseok".

Me resultó tan gracioso no pude parar de reír por horas, mientras él lloraba diciendo que no era gracioso.«

Se detuvo unos segundos, el nudo en su garganta dolía, ya quería bajarse de ahí e ir a su casa para llorar en paz, pero debía cerrar el discurso, además una despeinada cabellera rubia entre la pequeña multitud llamo su atención. El que había sido su yerno estaba ahí con la mirada fija en el suelo.

Limpió las gruesas lágrimas y continuó.

»Yoongi cometió errores como cualquier persona. Todos alguna vez hemos hecho algo de lo que estamos muy arrepentidos, y él no era la excepción.

Sufrió mucho por aquello y conociéndolo, imagino que hasta el último momento de su vida se arrepintió de aquello.

Jimin, sé que no me incumbe y que este no es el momento indicado para hacerlo, pero aquí ante el cadáver de mi hijo me disculpo por él por última vez.

El te amó como nunca amó a alguien antes.«

El chico no hizo más que asentir y morderse el labio con fuerza aguantando las enormes ganas de llorar, mientras la mujer suspiraba pesadamente y bajaba del podio para caminar hasta el ataúd.

– Deberías estar feliz, ya no podrá molestarte más. –susurró un serio Namjoon a su lado que recibió un golpe por parte de Jin.

– No lo molestes, Namjoon. –dijo un decaido Hoseok.– Aunque no lo creas a Jimin le duele esto más que a todos.

»Yoongi, a pesar de todo para mí fue un honor ser tu madre, aunque muchas veces lograste sacarme canas verdes. Quiero que sepas que siempre te amé y siempre te amaré, hasta el infinito y más allá.

Saludame a tu padre allá arriba y dile que me espere con paciencia que dentro de poco los alcanzo.«

Dear Jimin |›Yoonmin‹|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora