Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
Las tentaciones nunca vienen de Dios, ya que él no puede ser tentando y él tampoco va a tentar a nadie.
Santiago 1: 13-15
Entonces, ¿por parte de quien vienen las tentaciones? La respuesta es, por parte de nuestra propia carne y concupiscencia (este concepto alude al anhelo exagerado de satisfacer deseos terrenales, la concupiscencia está dada por aquellos deseos que no resultan gratos a Dios). A partir el pecado original con Adán y Eva, la naturaleza humana ha caído en pecado, y apartado de Dios el hombre cae constantemente en su propia concupiscencia. Es por eso que, una vez concebido aquello que nos tentaba, da a luz al pecado, y el pecado nos separa de Dios, y morimos espiritualmente.
Un error clave, que solemos cometer es que, cuando somos tentados, nos creemos lo suficientemente fuertes para controlarlo.
En el libro de mateo 26:41 dice lo siguiente: "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil."
Este versículo describe perfectamente lo que sucede. Nuestro espíritu está dispuesto a no caer en tentación y menos a pecar, pero la realidad es que nuestra carne es débil, tenemos tendencia al mal por naturaleza; pero dice, "velad y orad", hay que estar constantemente alerta y preparados, porque nuestra propia carne nos puede jugar en contra. Por eso, cuando vemos que se atina alguna tentación, hay que ser sabios y huir de ella, correr a Dios, contarle a nuestro lider o a nuestro pastor, no quedarnos a ver si somos fuertes y podemos resistir a la tentación, porque vamos a salir perdiendo.
Una vez concebido el pecado, damos a luz la muerte: "Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la circuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados" (Col. 2:13)
Si nos arrepentimos de todo corazón, alcanzaremos la misericordia de Dios y perdonándonos, nos dará nuevamente vida. Pero como me enseñaron muchas veces, el arrepentimiento es cambiar de pensar y en consecuencia cambiar la forma de vivir. Si nos "arrepentimos" pero seguimos incurriendo en lo mismo pecados, entonces solo hubo remordimiento, lloramos un poco, le pedimos perdón a Dios, pero seguimos igual. Procuremos pedirle a Dios convicción de pecado, y que haya un verdadero arrepentimiento en nosotros, y no un mero sentimiento del momento.
Dios te bendiga.