Palabras solitarias.

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     "El frío calaba mis huesos. Era de noche, lo recuerdo bien. Las luces de la ciudad iluminaban tenuemente la calle donde mis pasos eran acelerados, aunque yo no tenía un rumbo fijo. Ni siquiera sabía por qué estaba caminando, simplemente mi cuerpo lo hacía mientras mi mente jugaba con mis sentimientos, los cuales buscaban salir de alguna manera que no fuese llorando, ya que esa opción era imposible. Apenas escribía en el teléfono, con mis dedos que se sentían como entumecidos. Escribía lo que pasaba, marcando cada detalle por si no llegaba a contarlo, o tal vez porque necesitaba tener pruebas de lo ocurrido. Quería dejar de caminar, quería reaccionar y volver a casa, pero no lograba tener control sobre mí. ¿Acaso me había vuel..."
     —¡Cariño! ¿Podrías venir un momento? —interrumpe mamá mi inspiración. Sé que ella intenta no molestarme cuando escribo, pero no siempre lo logra, en especial ahora que aún no se adapta al nuevo lavarropas que compramos.
     —¡Ya voy! —Miro de soslayo la pregunta a medio redactar y prefiero dejarla así. Me levanto descalza, sintiendo un pequeño dolor en la zona lumbar, y salgo de mi habitación para luego recorrer sin apuro el pasillo, atravesar parte de la sala de estar y la cocina y salir finalmente hacia el patio trasero de la casa.
     —¿¡Por qué viniste descalza, cariño!? —grita histérica la mujer de cabello blanco—. ¡Te puedes lastimar! ¡O enfermar!
     Corro en busca de algo para ponerme y luego vuelvo a ayudarla con el problema.

•••

     Miro el reloj de la pantalla y noto que ya son las tres de la mañana, por lo que comprendo enseguida la razón de mis ojos que se cierran y lo fácil que se ha hecho distraerme en esta última media hora. Decido entonces cerrar todo, apagar la computadora e irme a dormir de una vez. Pero el cansancio se va en el preciso instante que tomo mi teléfono y, de forma inconsciente, busco el contacto de mi reciente exnovio; hace dos semanas me terminó, explicándome que no podía soportar el poco tiempo que le otorgaba a él cuando estaba escribiendo y corrigiendo una novela, por lo que decidió comenzar a conocer otras chicas y acabar con esta relación. Me agradeció por haberlo cuidado en algunas situaciones, por haber sido quien lo hizo progresar, pero que él necesitaba alguien que dedicara más tiempo a una relación amorosa. Y sí, yo tengo un compromiso bastante grande con la escritura, olvidándome a veces de mis necesidades básicas como ser humano, pero me dolió profundamente su ida. Seguí escribiendo, ya que la tristeza que me invadía me servía para continuar mi novela, pero al final del día siempre me sentía vacía. Claro que hoy no es la excepción.
     Dejo el teléfono a un lado y me acuesto en mi cama, tan suave y cómoda como si estuviese en una nube. Permito que las lágrimas caigan, deseando que limpien el dolor provocado desde que él se fue. Cuando aún éramos pareja, recuerdo que cada noche le enviaba un mensaje contándole sobre mis avances o mis frustraciones, no podía irme a dormir sin hacerlo. Y es ahora, ya siendo demasiado tarde, que comprendo que era yo la que siempre escribía y jamás le preguntaba sobre su día, o si tenía alguna noticia, o cómo se había sentido en la última semana; jamás me preocupé por él cuando debí hacerlo.
     —¿Y si dejo de escribir? —murmuro en medio de la oscuridad, mientras mi vista se centra en la nada y mi mente viaja hasta los recónditos de la memoria, en busca de razones para evitar, o no, abandonar la solitaria carrera de escritora e intentar volver a vivir.

Luces de mi alma [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora