«Cada día planté una nueva flor, para todas esas veces en las que dije no».
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Rocío, siempre ibas de ciudad en ciudad, conociendo distintos lugares y escuelas. Era algo bueno en cierto punto. Cambió cuando empezaron a molestarte por ello.
No entendías qué de malo había en eso, pero te dolía que los niños hablaran mal de ti y que las niñas se divirtieran a costa tuya. Decían que te irías pronto, mejor pensar en ti como el fantasma de la clase. No dijiste nada, ¿de qué iba a servirte quejarte? Para ti ellos eran como esos villanos de libros que estabas tan acostumbrada a leer.
Te prometiste vencerlos, en silencio.
«Amapola, como tu herida ruidosa».
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