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Rocío, odiabas cargar con todo tú sola. Parecía que a la vida no le era suficiente con que tuvieras el veneno de casa. 

Quisiste liberarte en un retrete abandonado de tu escuela, con un sucio puñal que encontraste en la habitación de tu padre, mientras recordabas dolorosos adjetivos dichos por las chicas de tu salón. Antes de que lo intentaras, la puerta fue pateada fuertemente. Te asustaste y botaste aquel objeto al desagüe. No recuerdas bien que sucedió cuando Martín entró, más nunca olvidarás como se sentían sus lágrimas sobre tus intactas muñecas. No soltaste palabra alguna, tenías una fuerte opresión en el pecho y estabas temblando. Él lo notó, quedándose contigo hasta el final.

Jamás volviste a intentar dañarte.

«Magnolia, como tu 
cómplice mirada».

«Magnolia, como tu  cómplice mirada»

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Flores para todas esas veces en las que dije noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora