—¿Qué pasó?, ¿Estás bien? —. Me preguntó mientras seguíamos abrazadas. Sabía que estaba preocupada por mi, lo notaba en su tono de voz.
—Solo vámonos, ¿si? —. Ella solo asintió y se separó de mi para agarrarme la mano e irnos de aquel lugar.
Caminamos por muy poco tiempo y no hablamos, las dos sabíamos que las palabras sobraban y que si emitiamos alguna palabra se acabaría ese momento de paz por alguna forma De decirlo.
Nos acercamos a un carro que estaba estacionado al frente del parque. Mariana abrió la puerta trasera y con un gesto me indicó que en tratara. Obedecí, y luego ella entró y se sentó a mi lado, habló con el que parecía ser su padre y arrancó.
Me sentí muy mal, y las lágrimas amenazaban con volver a salir. Tuve que calmarme pero era un poco tarde ya que las lágrimas ya estaban recorriendo mis mejillas. Al parecer Mariana lo notó y me abrazo, no puede evitar llorar más, sin llegar a emitir algún sonido.
—Ya llegamos—. Me susurro al oído. Puede sentir como su cálido aliento rosaba mi piel, sintiendo como un pequeño corrientaso recorría todo mi cuerpo haciéndome estremecer.
Me alejé de su cuerpo y ella salió del carro, quedando a un lado de la puerta para esperar a que saliera. Cuando salí del carro un frío viento me golpeó y empecé a extrañar su cuerpo junto al mío ya que me provocaba una calidez que nunca había sentido antes, pero que se sentía realmente bien.
—Vamos, no te quedes ahí parada que esta haciendo mucho frío—. Golpeó mi hombro levemente para sacarme de mi ensimismamiento y agarró nuevamente mi mano para llevarme a dentro de su casa.
Al entrar puede observar lo hermosa que era su casa, con una paredes blancas y unos sillones negros que hacían un gran contraste con toda la casa.
—¿Cómo estás? —. Me preguntó una señora que parecía ser muy joven.
—Muy... bien—. Dudé un poco al no saber que responder, pero no le iba a contar a alguien que no conocía sobre lo que había pasado con anterioridad.
—Me alegra, pensé que algo te había pasado cuando Mariana bajo corriendo para pedirle a Juan que la llevara a un parque porque allí te encontrabas—. Observe de reojo a Mariana y lo roja que se había puesto, me pareció gracioso pero me tuve que contener para no reírme.
—Bueno ya, creo que Lorena tiene hambre, así que le voy a preparar algo—. Me soltó de la mano y se estaba dirigiendo a la cocina cuando su mamá la detiene diciéndole que ella iba a prepararnos algo y que no se preocupara. Mariana solo asintió y me agarró de nuevo la mano para llevarme al sillón que se encontraba enfrente de la gran televisión que era sostenida por un soporte.
—Espero que te sientas cómoda aquí, y perdón por no llevarte a tu casa, pero creo que el estado en el que te encuentras no hubieras querido hablar con tu madre sobre lo que sea que haya pasado—.
Se encontraba acariciando con delicadeza mi mano, y es que realmente se sentía muy bien, me sentía querida.—No te preocupes, es cierto no me hubiera gustado hablar de lo que pasó con mi madre—. Le sonreí mostrándole mis dientes, a lo que ella imitó quedándonos por un buen rato con nuestras sonrisas bobas dedicada a la otra.
—Bien chicas ya está la comida, vengan—. Salimos de nuestro mundo y nos dirigimos a la cocina aún con nuestra manos juntas.
Después de charlar un poco con su madre y padre de cosas triviales mientras comíamos la deliciosa comida que había preparado, nos despedimos y nos dirigimos a su cuarto ya que como no habían más habitaciones pues me tocaría dormir en su cama, con ella a mi lado... de repente mi imaginación voló a aquella ocasión en mi casa cuando ella gimió mi nombre y me tense, el hecho de dormir con ella y pensar en lo que había hecho en mi casa me estaba haciendo crear episodios en donde me dejaba llevar por la tentación de querer experimentar algo nuevo... con ella.
Agite mi cabeza de lado a lado para alejar esos pensamientos y es cuando me doy de cuenta de que ya estamos en su habitación.
—Bueno creo que te voy a prestar mi ropa porque no creo que quieras dormir en ropa interior, o si? —. Me miro y sonrió pervertida mente a lo que yo niego de inmediato con la cabeza. — Bien entonces toma—. Me lanza un esqueleto junto con una pantaloneta.—Disculpa pero es lo único te tengo y utilizo.
—No te preocupes—. Le sonreí tiernamente mientras que ella se dirigía a su baño para cambiarse. Y yo aproveche para cambiarme en su recamara mientras no estaba en ella. Me puse lo que me dio y a decir verdad me quedo un poco grande debido a que ella es más alta que yo, por un momento me sentí expuesta.
—Me gusta como te queda mi pijama—. Me sobresalte y me tense un poco.
—Gra-gracias—. Dije sin más. Me acerque a su cama para destender un poco la cama y poder acostarme. Ella se me acercó y me tumbo a la cama sin previo aviso y en un abrir y cerrar de ojos se encontraba encima mío. —¿Qué-qué haces? —. Intente quitármela de encima pero ella era más fuerte que yo así que me sostuvo con sus piernas y con sus manos las mías por encima de mi cabeza. Estaba acercándose poco a poco a mi cara y yo por inercia cerré los ojos esperando que pusiera sus labios sobre los míos.
—¿En serio creiste que te basaría? —. Preguntó con un tono burlón. Yo simplemente asentí con la cabeza sin abrir los ojos. Después siento como me libera de su agarre y es cuando abro los ojos lentamente. Mi corazón estaba acelerado, sentía como palpitaba rápidamente y como mis mejillas empezaban a arder, me sentí muy estúpida, pero sabía que en el fondo me hubiera gustaba que me besara.
Me levante de la cama y me acosté debajo de las cobijas sin mirarla me sentía apenada por pensar que ella haría algo así, me quede en la orilla mirando a la mesita de noche, detallando cada detalle que tenía, cuando de repente siento los brazos de Mariana en mi cintura atrayendome a su cuerpo, por alguna razón me quería quedar ahí pero también me quería separar, pero no tenía fuerza se voluntad para hacerlo.
—Normalmente duermo abrazada a mi almohada pero como vas a dormir aquí tú vas a ser mi almohada—. Me puse muy nerviosa que solo deje que me pegara a su cuerpo y así concluimos el día, ella abrazada a mi espalda y yo sintiendo su cálido abrazo.
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mi única excepción
Storie d'amoreEl colegio no era lo suyo y por eso las malas calificaciones, pero evidentemente eso no podría ser una excusa para su madre. Cuando ella se enteró prometió quitarle sus vacaciones que con tantas ansias esperaba, así que no vio más remedio que estud...