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Haylee

Pase el resto de la tarde practicando un estúpido discurso que explicara más o menos con bonitas palabras como no desgarraría el cuello de mi mejor amiga. Marie debía llegar a eso de las seis, pero se encontraba retrasada.

No quise ser una aguafiestas y pensar que quizá el miedo había hecho estragos en ella. Es que vamos, no todos los días te das cuenta de que la que se dice ser tu mejor amiga tiene unos colmillotes de tres centímetros que podrían cercenarte cualquier arteria del cuerpo. Sin mencionar los horrendos ojos color carmín y las garras apestosamente negras.

Mi alma regresa a mi cuerpo cuando la veo entrar normalmente a la sala de té. Audrey le da la bienvenida y luego comenta, a modo de despedida, lo difíciles que son las lecciones de piano. Quiero arrugar la nariz y confesarle de una vez por todas la verdad; que nosotras no nacimos con el gen talentoso del arte pero como mamá me ha dicho, es mejor que ella sola descubra si es buena en algo o no.

—¿Cuál es el motivo de esa cara? — sirvo un poco de té. Marie me observa con sus ojos como cordero y sé que esta haciendo lo posible por no ponerse a llorar. —¿Quieres galletitas o pastel?

Su respuesta me toma por sorpresa, pero de las que me gustan. Uno de mis primos, su casa y una demasiado incomoda charla. Por lo que mi pequeño desliz pasa a un segundo plano el día de hoy.

Marie intenta redactar con detalles el cómo y porqué Kyle fue a verla. Lo peor de todo, y según ella, es que mi inocente primo creyó que Marie está interesada en su hermano mayor. Le pregunto en varias ocasiones el motivo por el que no lo desmintió. Y es que hay que ser idiota para no notar que mi mejor amiga se muere por un poco de atención por parte de Kyle.

—Es que no comprendes... — toma con fuerza su taza. —Prefiero eso, a que Kyle crea que soy defectuosa.

No entiendo su lógica. ¿Kyle creería que es defectuosa por no hacerle caso o, porque el rumor de que nos besuqueamos en un armario del baño se extendiera y llegase hasta él?

—Solo le diste calabazas, Marie— intento tranquilizarla al ver su expresión— ¿Por qué parece que le hubieses arrancado la medula? No estas obligada a corresponderle sino te gusta. No hay nada de malo en ello —sonrío, ese consejo es más para mí que para ella. Sus ojos brillan arrepentidos. —Ya, ya. ¿Me contarás el motivo por el que no quieres nada con él? A leguas se nota que si te gusta.

Vamos, ¿Quién soy yo para juzgar lo que cada uno hace con su vida?

—Hay momentos en los que desearía ser como tú.

Bufo. Aquí íbamos de nuevo; no es que me molestase que ella deseara ser como yo, sino el hecho de que se desmerecía como persona al hacerlo.

Tengo la firme creencia de que cada persona es genial a su manera. Todos somos únicos e irrepetibles – incluso los hermanos gemelos-, de lo contrario seriamos como robots. Puede que te guste la forma de actuar de alguien o cómo afronta sus problemas, pero cuando esa preferencia hace que te pongas en un nivel inferior, allí hay un problema.

—¿Cómo yo?

—Sí, ya sabes. Espontanea, segura y confiada. Genial.

—Esa es tu opinión porque me quieres — respondo, —otras personas dicen que soy impulsiva, egoísta y descarada. La moneda tiene dos caras, amiga.

No me gusta sacar a relucir la cantidad de adjetivos descalificativos con los que me han llamado. No me los creo tampoco. El caso aquí es que algo se me escapa, y no sé como preguntarle a ella sin que se sienta violentada.

Decido tomar una vía alternativa.

—Imagino que ahora que Kyle cree que te gusta Darién tendrás que fingir para continuar con esa fachada. Al menos durante un tiempo — veo sus ojos abrirse con pasmo. Un punto importante que ella no había considerado. —Y solo tengo dos comentarios respecto a eso; uno, te arrancaré las pestañas si se acercas a mi pelirrojo esquivo y dos, dijiste en el baño que los hombres eran malos. ¿Cómo explicas eso?

Libérame [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora