Capitulo 13

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Hernán POV

Si alguien me hubiera dicho que la vida siempre gira en un chispeo de dedos, me habría reído en su cara hace un tiempo, en cambio al día de hoy, era aún más creyente de que las cosas era mejor no pre disponerlas, sino que simplemente disfrutarlas, y que era una ley de vida el dejarte sorprender.

Había pasado casi un mes, Andrei y yo habíamos vuelto de la playa el fín de semana y de malas ganas estábamos listos para volver a nuestra rutina. Puse los panqueques en ambos platos ya rellenos de manjar y mermelada, cuando sentí los brazos de mi mejor amigo rodearme la cintura desde la espalda, sonreí al tiempo que sus labios recorrían el costado de mi cuello hasta mi mejilla

- Buenos días- susurró antes de voltearme, me topé con su luminoso rostro y esa sonrisa que me removía hasta la última partícula interior, rodeé su cuello con mis brazos y cuidé no estropear su camisa con el cuchillo que aún sostenía en la mano

- Hola precioso..- susurré de regreso antes de que nuestras bocas se encontraran, Andrei tenía esa forma de besar que una vez comenzábamos costaba detenerse, su aliento cálido y fresco a la vez, mi cabeza dando vueltas en una vorágine mientras su lengua pedía permiso, entreabrí mis labios dándole la bienvenida con la mía, sus manos recorrieron mis costados y me sostuvo de la cintura para sentarme en la encimera con facilidad, se ubicó entre mis piernas y sus dedos gentiles trazaron patrones en mi espalda, su cuerpo pegándose al mío, regalándome el calor de su pecho contra el mío, dejé caer el cuchillo al suelo y enredé mis dedos en su cabello húmedo aún, su respiración agitándose a la par de la mía; me separé cuando el aire fue necesario y su frente quedó unida a la mía

-¿Alguna vez acostumbraré a no querer comerte a besos a penas despierto?- preguntó dejando suaves y juguetones besos en mis labios alternadamente, negué sonriendo

- Espero que no.. Porque son mi mejor desayuno tus besitos- sonreí en su boca, sus brazos me rodearon y me fundí en su abrazo descansando mi mejilla en su hombro, hundiendo mi nariz en su cuello, sintiéndole contra mí, disfrutando simplemente de todo lo que me entregaba

- Me encanta sentirte por las mañanas, ¿Sabes?.. No le digas a nadie, pero.. Me haces sentir como un gatito regocijándose en su manta favorita- dijo riendo por lo bajo, reí a la par de él porque su ternura recién explotada era la cosa más adorable de la vida, y egoistamente me encantaba que fuera solamente para mí

-¿Estás nervioso?- pregunté separándome levemente solo para mirar su rostro, arrugó la nariz asintiendo despacio y luego suspiró pesadamente- Oye, no pasa nada.. Lo harás maravillosamente bien

- Siento que si ese demo sale a la luz pública, lloverán los piedrazos para mi- susurró con una sonrisa triste, acaricié su mentón dándole un suave beso en los labios

- Eso no pasará, ¿Sabes por qué?.. Primero, porque cantas increíble, de verdad lo haces demasiado bien.. Y segundo, porque seré tu escudo humano.. No dejaré que nadie se acerque- dije alzando una ceja, rió y volvió a abrazarme suavemente

- Ya me siento mucho mejor.. Tenerte de escudo será maravilloso- dijo acariciando mi nuca, sus labios se presionaron en mi mejilla y mis labios antes de separarse de mí- Y me encantaría seguirte teniendo prisionero así, pero.. Creo que debemos desayunar pronto y partir.. No quiero atrasarte y tengo que estar temprano en la productora- sonrió antes de rodearme la cintura de nuevo con sus brazos y ponerme de regreso en el suelo- ¿Ganaste peso?- preguntó evitando reír, le dí un manotazo en el brazo y le mostré la lengua mientras salía de la cocina, rodé los ojos terminando de preparar todo para poder comer y comenzar nuestro día.

Hicimos el recorrido con la mano de Andrei todo el tiempo paseándose entre mi muslo y mi nuca mientras yo conducía, me mostró algo del demo mientras nos deteniamos en el semáforo y tuve que ponerle seguro a la puerta cuando el pánico lo invadió de nuevo, alegando que se bajaría y tomaría el metro de regreso a casa, diría que estaba disfónico y se metería bajo las mantas hasta que yo llegara, reí y traté de relajarlo como pude, yo sabía que era bueno, y tenía clarísimo que hoy, tanto para él como para mí, era el primer día de nuestras nuevas vidas, juntos.. Siempre juntos.
Bajé y rodeé el auto abrochándome el abrigo para abrir su puerta también, le ayudé a bajar y cerré tras él, me quité la bufanda y la puse al rededor de su cuello mientras sus piernas se movían en el lugar

Lecciones InesperadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora