Capítulo 12

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"Aunque no lo creas, no es de altísima cuna, pero tiene los ojos más hermosos y la sonrisa más simple..."

Evelyn Beaufort

Caminé hacia la casa repleta de emociones difíciles de explicar. Traté de convencerme que no debía confiar, me lo repetía a cada instante, pues a pesar de todo el rencor que albergaba dentro de mí, había estado enamorada de ese hombre tantos años que aunque nada era igual, zarandeaba mis cimientos con cada una de sus actitudes. Al pasar por la lápida de Liam, me sentí avergonzada, no pude mirar hacia allí y tragué saliva compungida. Sentí que lo traicionaba de alguna manera, pues mi corazón quería convencerme que tal vez él no tuviera nada que ver, que tal vez las palabras de mi hermano en esa carta que me envió no eran textuales, que Liam podría no haber sabido hasta qué punto estaba involucrado Peter. Apreté mi puño y mis ojos, pasé al lado del árbol y no me detuve, avancé hacia la casa, subí a mi cuarto y me quité el calzado húmedo.

—¡Cecily! —Eve gritaba por el pasillo mientras se acercaba a mi cuarto.

—¿Qué sucede?

—¿Has visto mis guantes largos? —moví mi cabeza en negativa mientras terminaba de quitarme los zapatos. Se detuvo en la puerta y me miró frunciendo el ceño. —¿De dónde vienes en esas fachas?

—Del río. —dije cortante porque no deseaba dar explicaciones.

—¿Del río? Estas loca... definitivamente. Si mi madre se entera que anduviste sola por allí, estarás en claros problemas.

—Lo siento, pero no le veo nada de malo...

—¿Nada de malo? Ya no eres una niña Cecily... Tienes una reputación que cuidar y un matrimonio que conseguir...

—No te preocupes que mi reputación está intacta y no dañará para nada tus calculados planes de matrimonio.

—Más te vale... —blanqueé mis ojos de espaldas a ella, mientras pensaba dentro de mí qué diría Evelyn si supiera que venía de una caminata sola con un hombre, por medio del campo y que me había cortejado... específicamente con el guapo Peter Bradley. —¿Ya preparaste tu equipaje?

—Aún no...

—Pues ve apurando, porque mañana no tendrás tiempo de pensar en todo.

—Eve por Dios... tampoco nos vamos por un mes, ni mucho menos tan lejos... si necesito algo que olvide, mando a buscarlo y listo...

— ¿Crees que tendrás un carruaje a disposición?

—No, pero si necesito venir, tomo el camino... aparte no pienso llevar tantas cosas...

—Tu siempre has sido una simplona... —apreté mis ojos para contener la respuesta que deseaba darle, y traté de concentrarme en que no había querido herirme, sino que esa era su manera de decir las cosas. —¿Y qué piensas ponerte para el baile de mañana?

Me senté en el tocador para quitarme las horquillas del cabello y mire su reflejo en el espejo, mientras ella revolvía mis vestidos.

—No lo elegí aún... alguno claro supongo... no lo sé.

—Yo me pondré el blanco... y la diadema...

Me volví a mirarla con el ceño fruncido.

—¿La diadema?

—Aha...

—Eve, ¿Qué interés particular tienes en ese baile?—se limitó a sonreír y enarcar sus cejas.

—¿No dirás nada si te cuento? —Moví mi cabeza en negativa, mientras seguía asombrada de que Eve me contará algo íntimo, y a la vez, de que tuviera en mente alguien en especial. Hasta ese momento solo había mostrado un interés general en caballeros nobles y aristócratas, pero nunca le había oído el nombre puntual de alguno, o que hubiera uno especial como lo hacía ahora.

Todo lo OCULTO saldrá a la LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora