¿Y ahora qué? - Parte 1

33.3K 6.1K 1.2K
                                    

PRINCIPIO BÁSICO PARA MANDARLO TODO A LA MIERDA 7:

prepárate para dejar una parte de ti atrás.



Salgo al patio trasero del hogar como perseguida por una manada de perros salvajes. Agitada, asustada y confundida.

Bueno, carajo, ya sabe que soy Hell.

Se suponía que esto era algo que quería desde hace mucho. Desde aquella vez que me acerqué con el libro de Katrina para pedirle una firma, si me pongo a pensarlo detenidamente. Mi intención era esa: decirle que yo soy Hell. Pero cuando reaccionó de manera tan nefasta, y luego con todos los falsos rumores llamándome trepadora por querer engatusar a Felix, desistí. Me callé y creé a la chica pedante y orgullosa que supuestamente le odia. 

Todo para que se lo confesara de tirón por una ridiculez.

¿Y ahora qué?

Excelente pregunta.

Explicaciones ha dicho que no las necesita. Tampoco es como si yo las debiera, ¿verdad? A quien le tendré que dar explicaciones será a Katrina, porque sobre la extraña relación que mantuve con Felix no se ha enterado. Ella cree que lo odio; lo cierto es que es todo lo contrario. Incluso cuando me decepcioné de su mala actitud —la cual por cierto está más que adherida a él— seguía teniéndole aprecio a esos pequeños momentos después de las reuniones.

Una llamada entrante me pone los pelos de punta. Miro la pantalla encontrando que en mayúsculas está el nombre que con tanta rabia agendé: «EL HIJO DE PUTA».

Antes de responder, compruebo que nadie esté lo suficientemente cerca para oirme.

—¿Aló?

Soltar un «buenas tardes» me sabe mal.

Una risa profunda y cínica se escucha desde el otro lado de la línea. El revoltijo en el estómago me hace pensar en lo peor; es como un subidón que se estanca en mi pecho, igual a un reflujo. Vomitivo, esa es la palabra que busco.

La persona al otro lado termina de reír y queda en un perturbador silencio. Un escalofrío asciende por mis piernas, pasa por mi espalda y cosquillea en mi nuca.

—¿Aló? —repite a mi contestación— ¿Así es como me recibes? No hablamos en más de un mes y te olvidas de quién soy.

Está molesto.

—Lo siento —digo en voz baja, con la cabeza gacha como si lo tuviera enfrente. Al darme cuenta de esto, vuelvo levantarla, aprovecho para maldecirlo en mis pensamientos y suspiro—. Por supuesto que no me olvido de quien eres, Vicent. ¿Cómo podría?

—Cierto, cómo podrías olvidar a tu padre.

Aprieto el puño con fuerza.

—Tú no eres mi padre.

He trato de hacerlo sonar como una broma, pero ha sonado como una recriminación.

Puedo imaginar qué cara está poniendo. Lo puedo imaginar frente a mí, sentado al otro lado de su escritorio, serio, con una copa de vino al costado de esas costosas que tanto le gustan.

—Yo te acepté como si fueras mi hija, Nair. No dañes la hospitalidad que te doy.

"Hospitalidad", le dice...

Me como lo que quiero decirle para romper con el frasco de orgullo tan construido que tengo.

—Perdóname.

Emite el sonido universal que todo ser humano hace cuando algo tierno se le presenta. En su caso es el sonido más asqueroso que oí en mi vida.

—Estás perdonada. Te veo el sábado a las 22:00 horas, en el lugar de siempre. 

Sin nada más que decirme, pues ambos sabemos que el trasfondo de su llamada dice mucho más, corta.

Me quedo con la pantalla del celular que dice «Llamada finalizada», maldiciendo e insultando. 

Él quiere verme para pagar la cuota, la cual, gracias a estarle escribiendo a otra persona, no he llenado.


~


Al llegar a casa me pongo a buscar mis ahorros. Hasta el último centavo. Cuento los billetes con la esperanza de que milagrosamente tenga para saldar la cuota del mes, que en realidad algún ser mágico me haya ayudado. Pero no, faltan los billetes, lo significa que si no consigo el dinero pronto el cabrón que me llamó hace unas horas se molestará conmigo y mis planes se habrán ido al carajo.

Cuando Vincent puso un precio por mi libertad fue muy claro: «no me falles». La primera vez que fallé dijo: «lo dejaré pasar esta vez». Luego, cuando lo dejó pasar y fallé nuevamente, me miró a los ojos y muy paciente habló: «que no se repita». Sin embargo, lo repetí consiguiendo que diera una advertencia: «que sea la última vez».

De niña, Vicent me tenía cariño. Ya siendo mayor de edad, me veía como alguien a quien le podía sacar provecho. Y lo hará, si fallo realmente lo hará.

Pensar en regresar con él me desgarra el alma. Me encierro en mi pieza y empiezo a llorar. Una vez me descargo y vuelvo a pensar en las opciones para contrarrestar mi pesimismo, llamo a Seph para pedirle dinero prestado.



Un capítulo corto que dará pie en esclarecer quien es Hell :)

FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora