No puedo cruzarme de brazos - Parte 2

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«Una víbora», ese es el primer pensamiento que llega a mi cabeza.

De niño me preguntaba por qué siempre ponían a las serpientes como un animal malvado o el opositor al papel protagónico. Supuse que se debía a la biblia, puesto que fue una serpiente quien llevó a Eva a probar el fruto prohibido. Luego, tras una expedición al zoológico de reptiles, caí en cuenta de que esa reputación formaba parte de su aspecto: la curva de sus bocas luce como una sonrisa pérfida y venenosa. Una mueca similar a que la rubia me enseña a varios pasos más adelante.

Su amiga está a mi lado, con un extraño destello en sus ojos. A esta corta distancia puedo verla con más detalle, lo que me hace persistir en lo absurdo que fue compararla con Floyd. Se parecen, pero... simplemente no es ella.

A excepción del sobresalto que hace al percatarse de que la estoy mirando.

—H-hola —balbucea, esquiva. Se encoje de hombros, menea una mano y me sonríe con timidez, enrojeciendo.

Bueno, sí tiene su parecido.

Mi silencio la lleva a dar un paso al costado para tomar distancia y mira hacia el frente pestañando repetidas veces, encorvada como si dos pesados sacos de harina cayeran sobre ella. Hace ademán de marcharse, mas la detengo con un carraspeo.

—¿S-s-sí?

Sus enormes ojos grises me miran en busca de una respuesta. Por algún motivo que creo errado, dudo si es permisible ser tan brusco con ella. Opto por sacar mi lado suave en cuanto vuelvo a carraspear.

—Dile a tu amiga que si llega a grabarme, aunque sea la punta de mi zapato, tendrá problemas.

Mi advertencia la acata enseguida. Se inmiscuye entre la multitud hasta llegar donde la rubia, quien continúa hablando con el Padre Lucas. Después de unos minutos, Katrina regresa.

—Ella dijo que tendría menos problemas que los que tú tienes. Y que ha perdido todo el interés por hacer un documental sobre ti.

—¿Eres su paloma mensajera? —cuestiono.

En lugar de ofenderse, traza una minúscula sonrisa y niega.

—Siento...

Se silencia desviando sus ojos hacia mi espalda y arqueando sus cejas en sorpresa. Luego detiene su paso. Por acto reflejo me detengo un instante, pero sabiendo que no debería meterme en sus asuntos continúo caminando, dándole la espalda y alargando la extensión del pasillo ya recorrido.

—Kat, estoy aburriiiiiido. —Es una voz pretendiendo sonar aniñada la que habla. Deduzco que debe ser el tipo con quien estaba sentada.

—Ya sé que esto no es como esperabas, pero hubo un... problemita.

La curiosidad me gana, y no entiendo por qué. Intento escuchar qué dice, pero solo consigo dar con siseos.

—¿¡Cómo que no quiso!?

Esa inoportuna exclamación deja a todos los presentes callados y con la cabeza en dirección a la pareja que está justo detrás de mí. Yo me giro como para que ninguno crea que he sido yo el del grito, puesto que la mirada del reverendo Lucas es en mí.

Una risilla extraña y floja emana de Katrina, quien está más roja que antes. Se posiciona tras el sujeto con el que habla y éste se disculpa ante todos. La caminata continúa.

—Baja la voz, Amir, por Dios.

—¿Qué le dijeron? —pregunta el tal Amir, ignorando la sugerencia de Katrina.

FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora