¿Y ahora qué? - Parte 2

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El viento corre alrededor. Mi nariz se torna fría y un cosquilleo interno me provoca ganas de estornudar. Pese a ocultar mis manos en los bolsillos de mi abrigo para refugiarme del mal presagio, sigo sin poder reconciliarme con el calor. O quizá no sea mi culpa, sino que el lugar donde me encuentro es poco favorecedor. Lo único bueno que puedo sacar aquí es la vista. Es una colina con mucho pasto y flores. Muchas flores; de todos tamaños y colores.

Y yo aporto unas cuantas más.

Mi cuerpo está rígido, lo noto cuando me agacho y deposito las flores en un jarrón blanco que está junto a la lápida. Tener que leer el tallado que dice en grande «Floyd McFly» es algo de lo que todavía no me acostumbro. Supongo que se debe a tenerla presente como persona, viviendo en mis recuerdos constantes.

Con mis dedos aparto algunos pétalos marchitos de las flores anteriores y recorro con mi índice las palabras.

—Es raro venir aquí —dice una voz.

Sherlyn Belou está de pie detrás de la lápida con un ramo de lirios en sus manos. Viste una chaqueta para el invierno y una gorra roja que recuerdo usaba en el colegio. Me levanto y doy dos pasos hacia atrás. Ella se acerca—. A veces intento hablar como si ella estuviera en el cielo, escuchando todo lo que dice. Le pido que me proteja, que me ayude. ¿Suena muy estúpido?

Oírla hablar después de tanto tiempo se parece extraño, mas no lo hago notar y contesto:

—Sí, para los que no entienden la dinámica interna.

En sumo silencio, Belou coge el otro jarrón con flores marchitas, las aparta y deposita su ramo dentro. Los lirios anaranjados destacan por encima del día gris.

Ambos nos quedamos de pie, mirando la lápida sin decir palabra alguna. El viento se vuelve más inmersivo y frío.

—Me siento mal por haberme apartado tanto —confiesa de pronto—. ¿Cómo está él?

Se refiere a Martin.

—Igual que siempre, aunque menos ridículo. La universidad lo ha tranquilizado.

—¿Ya no usa su traje de Batman?

—No, por suerte.

Una sonrisa surca en sus labios.

—¿Y tú cómo estás? En las redes sociales y periódicos...

—Estoy enterado, gracias —interrumpo. Ese tema me sabe fatal, y estando en un cementerio, la mezcla es peor—. Lo estoy llevando bien.

Una mueca ladina se forma en los labios de Sherlyn.

—No te ofendas, pero me gustaría verte trabajando.

—Extrañamente no eres la única que piensa así. —Pienso en papá, Martin y el gallinero. El pantallazo de una conversación que Martin me envió de las amigas de Floyd me viene a la cabeza—. Tus amigas han querido que les envíe alguna foto en overol.

—Ellas no cambian —comenta con nostalgia. Lo que era una sonrisa torcida se convierte en un gesto de tristeza—. Las extraño mucho...

Anticipo lo que viene, así que me adelanto y respondo:

—Y ellas a ti.

—Lo sé, ¿sabes?, pero no puedo evitar pensar que Floyd era quien me unía a ellas. Siempre fui muy reservada, distante aunque partícipe de sus fechorías. Muy diferente a ellas. Ahora que Floyd no está, creo que sobro.

Sobrar, ¿eh? Yo también a veces me siento así sin ella. Llegué a la ciudad sin muchas aspiraciones. Con Floyd tenía como meta poder cumplir su lista de deseos, y cuando la lista fue completamente tachada, no creé mis deseos propios. Mi intención de estudiar Literatura fue hundida, no puedo escribir nada y ahora cumplo una sanción en un hogar de niños.

FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora