En una noche de lluvia - Parte 3

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Llevo una mano a mi pecho y exhalo el aire en señal de alivio. Sin embargo, la pasividad no me dura mucho; junto a mí, Felix blande una mirada que podría partirme la cabeza para averiguar qué ha ocurrido. Él lo ha notado, no hay dudas. Sabe que he mentido.

No me ha quedado de otra. Vincent estaba afuera de mi casa, buscándome para ser parte de sus sucios trabajos. Debe haber querido hacerme una visita sorpresa en la que no podría negarme y... Mierda, ¿es que no le basta con el pago que le hice ya?

—Es aquí.

El padre de Felix se estaciona frente a una casa blanca grande y de rejas altas. La lluvia no me permite ver con el detalle que quisiera, pero basta con saber que estaré en el mismo sitio donde Felix Frederick vive para que el corazón me de un vuelco.

—Ya quiero probar ese chocolate caliente —dice la señora Frederick, bajándose del auto con apremio para dirigirse a la puerta trasera y sacar a su pequeña hija.

Chocolate caliente. Qué curioso.

Ir a tomar chocolate caliente a la casa de la persona que me gusta parece una situación de ensueño. ¿Quién tiene mi suerte? Pues muy pocos tienen la dicha de visitar la casa de tus futuros suegros sin que ellos sepan que lo son. Y sin que tu futuro novio sepa que lo será.

Carajo, ¿en qué estoy pensando? Sueno como la Hell con quince años, solo que con grado más de obsesión.

Pero... es su casa.

Es chocolate caliente.

Es la oportunidad de conocer la intimidad de Felix. De entrar a su cuarto, usar su baño, su cepillo de dientes...

No, eso es asqueroso.

Después de armar un tremendo meollo dado a que el padre de Felix no encontraba la llave de la casa, Felix y yo nos dirigimos rápido hacia el interior de la casa. Dentro, un olor a pan y bebé llega a mí como un sutil aroma. Luego siento el frío del ambiente y su lucha con la calidez de la luz. Las paredes de la sala principal están pintadas de un color mostaza con marcos blancos; y en algunos sitios puedo ver los rayones con marcador hechos, seguramente, por la pequeña de la familia. En los sofás veo juguetes, ropa y unos libros. Deben ser de Felix.

Ah... Felix lector.

—¿Qué ocurre contigo?

La voz del diablo me sobresalta y rompe con mi burbuja de encaprichada. En mi cabeza la alarma suena, indicando que debo volver a mis cabales, actuar como una chica desinteresada que no está emocionada por la invitación.

—Explícate —digo, volteando a verle.

—Hace un momento te veías asustada y ahora portas una sonrisa maníaca de temer.

¿Yo estoy sonriendo así? 

—Me gusta el chocolate caliente y estoy ansiosa de tomarlo.

Felix forma una mueca. Es la gota que cae de su cabello y se estampa en su mejilla la que lo motiva a subir las escaleras para cambiarse.

—Siéntete como en tu casa, Hell —dice el señor Frederick cuando pasa por mi lado hacia la cocina.

Una pésima invitación.

Mi tentadora mente insiste en que es una excelente idea fotografiar todos los rincones de la casa para saber más de Felix, incluso que es preciso subir las escaleras para espiarlo mientras se cambia de ropa. Puedo decir que estaba buscando el baño, ¿no? O que estoy planeando arrendar una casa como esta y quería ver las habitaciones.

Esa es una buena idea, tanto así que doy un paso hacia la escalera. Luego otro y otro, hasta quedar a los pies, pronta a subir. Tengo que reunir el valor necesario todavía, comprobar que nadie esté mirando y... Carajo, su pequeña hermanita me está mirando.

FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora